Local

Misión cumplida

Es hora de volver a casa. Con esta frase, la ministra de Defensa ha dado por terminada la misión de las tropas españolas en Kosovo; y se lo ha dicho a los militares que están allí destacados. Una decisión que compartimos en el fondo y en la forma...

el 16 sep 2009 / 00:18 h.

Es hora de volver a casa. Con esta frase, la ministra de Defensa ha dado por terminada la misión de las tropas españolas en Kosovo; y se lo ha dicho a los militares que están allí destacados. Una decisión que compartimos en el fondo y en la forma. En el fondo, porque tras la declaración de independencia de esa nación poco tenían que hacer allí las tropas españolas, dado que nuestro gobierno no había reconocido tal proclamación; y en la forma, porque ha elegido como escenario para comunicar esta medida aquél en el que están los más afectados, en el que han puesto en riesgo sus vidas.

La reacción de la OTAN y del gobierno de Obama se comprende, pues a nadie le gusta que le remuevan el statu quo a destiempo. Pero lo que no pueden hacer es proclamar su ignorancia de lo que era una decisión conocida desde el momento en que se permitió y reconoció una nueva nación-estado sin contar con todos los países que estaban en la zona. Esa frase de que "todos juntos entramos y todos juntos salimos" se debía haber aplicado también a la posición que debía adoptarse ante la opción que tomó Kosovo.

Lo pasado en Kosovo y también en otros puntos del planeta en los que se han desplegado tropas internacionales nos enfrenta a un tema de mayor dimensión, como es el del militarismo como arma política, la instrumentalización del ejército para conseguir objetivos que en no pocos casos nada tienen que ver con las funciones que tienen encomendadas.

Cierto es que en determinadas circunstancias es necesaria esta intervención, pues las condiciones del conflicto así como la actitud de los contendientes aconsejan la presencia de fuerzas de interposición; aunque a bien decir éstas se producen normalmente tarde, cuando los muertos se cuentan por miles y mal, dada la escasa o nula colaboración de los actores locales.

De ahí que se eternicen sin que se llegue a ningún resultado, como ocurre en Haití. Pero en la mayoría de las veces la intervención militar no es más que un recurso fácil para abordar un problema que tiene una clara solución política. Y como tal solución política requiere de otro tipo de colaboración por parte de la comunidad internacional, caso del Líbano. Incluso, puede ser que se cree el problema para después proceder a intervenir militarmente.

Tal cosa ocurrió en Afganistán, donde los talibanes subieron al poder con la connivencia de occidente, pues entonces había que desbancar a los rusos; y ahora es ese occidente el que está enfrascado en una guerra que no va a ganar. Lo mismo sucedió en Iraq, cuyo dictador tuvo también el apoyo de EEUU y de algunos países europeos, pues entonces interesaba, y después pasó lo que todo conocemos: cien mil muertos civiles y un país desarticulado y de destino incierto.

En todo este maremágnum de militares desplegados por diversos países, éstos arriesgan su vida y hacen lo que pueden, mientras la comunidad internacional muestra su incapacidad para conseguir un mundo más justo y equilibrado. Esta es la raíz del problema, que no se quiere ver, pues requeriría controlar lo que están haciendo las multinacionales en muchas zonas del planeta, reprobar la conducta de no pocos líderes de países productores de petróleo o meter en cintura, diplomáticamente hablando, a las élites locales que explotan y depredan a su gente.

Rosario Valpuesta es catedrática de Derecho Civil de la Pablo de Olavide.

  • 1