Cultura

Misticismo revestido de carnalidad

Clasificación: *** Monasterio de S. Isidoro del Campo / Festival de Itálica, 8 de julio. Dirección y Coreografía: Guillermo Weickert. Intérpretes y proceso creativo: Iris Heitzger, Natalia Jimenez, Sandro Pivotti. Composición y canto: El niño de Elche y Charo Martín.

el 10 jul 2013 / 21:20 h.

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Un trabajo de investigación en torno a El Cantar de los Cantares de Salomón. Éste es el punto de partida de este espectáculo, un ambicioso proyecto producido por el Festival de Itálica y dirigido por Guillermo Weicker, un valor emergente de la danza contemporánea en nuestra tierra. Aunque se trata de un trabajo de creación que implica a todos sus integrantes, la impronta creativa de Weickert se hace evidente en la propuesta, cuyo objetivo principal es destacar la sensualidad latente en el texto bíblico. Aunque en realidad, lo que la obra rezuma es carnalidad. Y es que, para expresar el tránsito por los distintos estadios del amor, desde la inocencia de la pasión adolescente hasta la emoción profunda y arrebatadora del misticismo, las bailarinas salpican su danza de movimientos enérgicos y convulsos que remiten al acto sexual en determinados momentos. Mientras tanto, la poesía alcanza su clímax en la interpretación aflamencada de Charo Martín y El Niño de Elche, un singular cantaor capaz de fundir su compás flamenco con la música electrónica, enfatizando el valor de la pasión, una pulsión que puede llegar a aniquilarnos, aunque sea la sal de la vida. Por todo ello podría decirse que se trata sin duda de un valiente y arriesgado espectáculo que apunta hacia una reflexión tan compleja como densa, sobre todo teniendo en cuenta que debe ceñirse a los márgenes del baile o, lo que es lo mismo, del movimiento corporal. Por fortuna, para ello cuentan con un hermoso contrapunto: el Monasterio de San Isidoro del Campo, un espacio escénico natural que destila paz y espiritualidad, dos estados emocionales potenciados por Paloma Parra con un exquisito diseño de iluminación. Lástima que el ritmo escénico, a causa del corte reiterativo de la coreografía y el excesivo alargamiento de algunas escenas, sea tan irregular. Y lástima también que, debido a la complejidad de la propuesta, los intérpretes no acaben de alcanzar del todo el grado de conexión necesaria para dejar fluir las emociones. No obstante, cabe destacar de esta obra el despliegue técnico y la expresividad de las bailarinas, así como la entrega del actor y los cantaores que participan.

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