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Monseñor Amado Vallejo

Sevilla entera estaba viendo un partido del Mundial de Naranjito cuando se bajó del coche que lo traía de Madrid. Solamente le quedaban menos de 24 horas para convertirse en arzobispo de Sevilla.

el 25 sep 2009 / 11:12 h.

Carlos Amigo Vallejo
Sevilla entera estaba viendo por la tele un partido del Mundial de Naranjito, el Polonia-Bélgica (entonces sólo había la primera cadena y el UHF), cuando Carlos Amigo Vallejo, de 47 años, se bajó del coche que lo traía de Madrid. Eran las nueve y cuarto de la noche del lunes 28 de junio y a Fray Carlos se le pegaba el cleryman a la espalda, no se sabe si por el calor propio de la fecha o por los nervios lógicos de estar a menos de 24 horas de ser arzobispo de Sevilla. La ciudad vieja, la amante de los curas gordos, los ceños severos, los señores con puro y las dignidades bajo palio, lomiraba como los defensas resabiados de la cantera ven venir a un prometedor y jovencísimo fichaje del equipo rival que se acerca alegremente al área: medio encorvada, mordiéndose el labio y balanceándose presta a ver con qué pierna le metía la rascada para dejar claro cómo se hacen las cosas en el pueblo. Pero la finta del franciscano para desarmarlos pasará a los anales futboleros: en plena Catedral, en el segundo párrafo de su alocución como jefe de la diócesis, ya estaba diciendo maravillas de la Semana Santa, de las cofradías y de los seglares que las sacaban adelante, y poco menos que quedando con ellos para el día siguiente. Golazo por toda la escuadra. El primero de un largo y entretenidísimo partido de 26 años, más el descuento, que al final se ha hecho corto. El Correo de Andalucía, atónito ante ese vozarrón de narrador de La historia más grande
jamás contada, perplejo ante tanta mocedad, tanta sonrisa, tanta estatura, tanto desapego a ser llamado eminencia y tan poca pinta de que le hubiese hecho la boca un fraile, echó mano entonces de José Seijas, el secretario que Amigo había tenido en Tánger durante los ocho años enque había sido obispo allí, y de un protésico dental de Medina de Rioseco (Valladolid) que era ni más ni menos que el hermano del arzobispo, Juan. Y los dos coincidieron en serenar a la feligresía hispalense asegurando que se trataba de un hombre normalísimo, cuyas dos principales aficiones eran el Atlético deMadrid y complacer al prójimo, y no precisamente en ese orden. Como franciscano, tiene la obligación de ser alegre este hombretón, que llegó siendo clavado a Christopher Reeves y hoy tira más a Boris Karloff (es el precio que el tiempo le ha cobrado por pasar de ser Amigo a ser Amado). Pocos sitios como éstepara lucir ese hábito de la alegría. Con esa ventaja contó, pese a no tener nunca la menor prisa por parecer de aquí. De hecho, hay una parte de él, un no sé qué, que diríase que todavía se esté intentando aclimatar. Lo cierto es que desde aquel 1982 se fue haciendo sevillano y querido a fuerza de decir que estaba en la gloria, dar cachetitos a los viejos de los barrios, llorar a la pareja quemató la ETA debajo de su balcón, casar a una infanta, recibir dos veces al Papa, estar todo el día en la calle, coronar a unas cuantas vírgenes y ponerse de parte de los débiles, que resultó que en Sevilla eran mayoría. En su pueblo, de chico,le gustaba bañarse en el río; aquí prefirió meterse en los charcos, desde aquel día en que se encaró con la Junta a propósito de quién decide la hora de la muerte de un enfermo terminal hasta, más recientemente, su empeño en acabar con el machismo en las cofradías y en que haya un trozo de carrera oficial sin pay per
view. Si hubiese usado esa sonrisa en el póquer, se habría hecho de oro. Es la paradoja de las sonrisas de los franciscanos. No la ha perdido para condenar el aborto y la eutanasia ni para rechazar el matrimonio homosexual de forma tan amistosa que parecía que lo estuviese diciendo un progre, cuando, según aseguran lasmalas lenguas (las malas lenguas llevan asegurando cosas desde el Génesis,
ojo), el vallisoletano forma parte del núcleo duro de la Conferencia Episcopal, aunque luego haga de poli bueno ante la prensa. En realidad, hay quienes le reprochan que sepa quién es, que no se quede nunca al pairo a la espera de un viento propicio que lo acerque a lamoda, a los tiempos y a otras cálidas playas. Dice el cardenal que si un día se queda sin feligreses, predicará a los pájaros o a los peces. Lo que no alterará será la prédica. Y dice también que en su familia todos han sido médicos y que él no va a cambiar ahora esa costumbre por el simple hecho de que a nadie le gusten los purgantes. Vamos, que dice que no se calla porque sería incumplimiento de contrato. Y eso ahora, con 74 años. Así venía como venía en aquellos añosmozos, encarando el área, driblando a la curtida defensa y metiendo goles a punta pala: no sólo estaba acostumbrado a las carreras (tiene tres: Teología, Filosofía y Psicología), sino que encima quienes le pasaban la pelota eran la Fe, la Esperanza y la Caridad. Menudos fichajes. Luego dirán que la Iglesia no tiene dinero.

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