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Montesión sale sorteando el mal presagio

el 15 sep 2009 / 02:05 h.

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Qué mal rato pasó el cortejo de Montesión durante la hora que la junta se dio de tregua para decidir si se salía. Acababan de caer chuzos de punta y el cielo aún se veía encapotado, pero pudo más la ilusión. Más de uno apretó los dientes cuando a la salida del misterio cayeron cuatro gotas, pero la cosa quedó ahí.

La Plaza de los Carros y la casa de hermandad eran un bullir, porque nadie quería mirar hacia arriba y admitir que había nubarrones. Felisa Povea miraba a su hijo Ramón, de 22 meses, que vestía por segunda vez de monaguillo junto a dos de sus primos, y temía que se quedara de nuevo sin salir, como el año pasado -menos mal que a las túnicas les dejan un dobladillo enorme y valen de un año para otro. Pero al primero que abrió un paraguas le cayeron todos los abucheos del mundo.

En consonancia con este espíritu, la junta decidió salir, pero no quiso arriesgarse más de la cuenta y acortó el recorrido, decidiendo girar hacia la Alameda en la primera esquina, por Conde de Torrejón. A las seis menos diez se abrieron las puertas y se vieron las brillantes alas del ángel que se le apareció a Jesús en la oración en el huerto, y la gente aplaudió.

Sonaron los primeros acordes de la banda, y más aplausos. En pocos minutos, todos los nazarenos estaban ya fuera y comenzó la complicada labor de los costaleros para centrar el misterio en la puerta y sacar, sin pausa, más bien deprisa, un paso con los iris bien morados y un olivo enorme que pasó tocando el dintel.

Enlazada con el himno nacional sonó La Saeta, luego una saeta de verdad, y cayeron cuatro gotas de lluvia que todo el mundo hizo como que no veía. No se avanzó ni un paso sin música. Los balcones repletos vieron el paso avanzar unos metros, con Virgen de la Hiniesta, y girar en Conde de Torrejón para acortar camino estrenando la marcha Hágase tu voluntad.

Costaleros grandes como ellos solos lloraban enmorecidos, pero otros ya se habían animado y estaban ansiosos por meterse bajo el palio: "a ver cuántos rosarios perdemos este año", decía uno, en alusión a la fuerza de las levantás que pudo verse muy pronto, cuando a las siete menos cuarto, con viento frío amenazando, salió el característico palio de la Virgen del Rosario, adornado entero con rosas color champán, con el soniquete de sus rosarios pegando en los varales, el palio dorado acabado en bellotas y el típico recogido del manto en la cintura, con la marcha Rosario de Montesión.

"Va un poco rápido, ¿no?", decía una señora. Cuando otra le respondió -"es que llovizna"-, el manto de coloridos bordados ya iba revirando al ritmo de Pasa la Virgen Macarena.

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