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Mosto contra viento y marea

Sólo la crisis pudo en 2010 con el homenaje anual a los viñedos de Umbrete. Pero dos años ya eran demasiados para sus habitantes y, por eso, ni la ventolera inicial ni la tormenta posterior consiguieron aguar la XXI Fiesta del Mosto y la Aceituna Fina del Aljarafe.

el 13 feb 2011 / 17:56 h.

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El mosto y las aceitunas, protagonistas.

"Rocío, que mal te sienta el mosto", le decían a grito pelado a una joven que se tapaba la cara. Ésta no tardó ni un solo segundo en replicar: "Que va a ser el mosto; es la arena que se me mete en los ojos". Un fuerte viento levantó cantidad de albero de la explanada junto a la caseta municipal de Umbrete, epicentro del homenaje anual a los caldos y que, una hora después, serviría de refugio ante la tromba de agua que cayó en toda la comarca.

Pese al viento y las lluvias, la Fiesta del Mosto y la Aceituna Fina del Aljarafe regresó después del parón obligado por la crisis en 2010. Su resurrección se vestía de la austeridad que merecen estos tiempos: ya no estaba la gran carpa que acogía a las 30.000 personas que cada año pisan Umbrete. Pero no faltaba ni un ápice de ilusión de asociaciones, hermandades y Ayuntamiento. Esa ilusión regada por 5.000 litros de mosto que bodegas Salado repartió entre las visitas y alimentada por 3.500 kilos de aceituna de Escamilla.

Uno de los fijos es Francisco Barrios que, a sus 74 años, defendía que "la edad no cuenta" este día. No ha faltado ni una vez desde que en 1983 nació esta celebración. Al igual que su esposa, Dolores García, está enraizado en la cultura del pueblo que pasa, ineludiblemente, por la Virgen del Rocío. Tanto que el recuerdo que se llevan de la fiesta es una pequeña capilla que guardarán con cariño en su hogar.

Ya en el exterior, los fogones de las pequeñas carpas esparcían olor a buena gastronomía, tan necesaria con tanto vino a la mano. Junto a la de la hermandad sacramental, Miriam Sánchez, del mesón Río Viejo, y su familia compartían cuchareo y risas, "pese al viento". Aunque la siguen llamando forastera -vive desde hace siete años allí-, disfruta de la fiesta "sople el viento como sople" y está encantada con que "no se pierda la tradición" por el mosto.

El viento no era el problema, sino el anticipo de la tormenta. Los puestos ambulantes tomaban las de Villadiego, aunque la mayoría se refugiaba en la caseta, donde probaron dulces de la cafetería La Plaza y buñuelos de Juan y Fátima. Ahí estaba José Antonio Zapata con su hermana, María del Mar y el marido de ésta. "Prefiero la cerveza, que el mosto me marea", confesaba algo que podría ser tildado de sacrilegio en esta tierra.

Fuera seguía la fiesta pese a al aguacero: las carpas de la hermandad del Rocío y la asociación de la Cabalgata de Reyes se aliaron con cantes. Tras la barra, uno cantaba y otras dos bailaban sevillanas al ritmo del tamboril de El Firulo. Y, como no, seguía corriendo el mosto por los gaznates. Que no falte, por supuesto.

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