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Mudanza en Los Pajaritos

Carmen y Juan viven sus últimos días en su piso de toda la vida. Serán realojados para que el Consistorio reconstruya estos bloques. Se sienten felices, pero temen el cambio.

el 12 abr 2014 / 22:20 h.

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Carmen María Rivero y Juan Martínez, vecinos de la calle Tordo, serán realojados para la reconstrucción de su maltrecho edificio de Los Pajaritos. / J.M.Paisano Carmen María Rivero y Juan Martínez, vecinos de la calle Tordo, serán realojados para la reconstrucción de su maltrecho edificio de Los Pajaritos. / J.M.Paisano Carmen María Rivero y Juan Martínez viven en la calle Tordo de Los Pajaritos. Tienen su pequeño piso lleno de cajas porque, en breve, aunque aún no saben cuándo, se mudarán a la Avenida de Andalucía. Allí serán realojados por el Ayuntamiento para que éste pueda reconstruir su bloque. 524 viviendas propiedad del Consistorio serán derribadas ante su pésimo estado de conservación. Por ahora, 66 familias dejarán Tordo, Estornino y Gavilán, un cambio que afrontan con alegría y, al tiempo, con mucho temor, por cómo será la nueva convivencia y por cómo afrontarán los nuevos gastos. Alegría porque por fin se van a alejar de unos techos y unas paredes «que parecen que se van a caer». «Hay humedades, grietas... el barrio está en unas condiciones lamentables desde hace muchos años y el Ayuntamiento por fin va a hacer algo», apunta Juan mientras señala desde la ventana de su edificio los puntales y las grietas de los bloques de enfrente. «Como tarden mucho en echar abajo todo esto, un día habrá una desgracia», vaticina. Carmen está contenta porque ellos y sus nietos pasarán de convivir en 30 metros cuadrados a 54,2. «Eso pone en el plano. Mira. Lo que pasa es que vamos a tener que pagar más. Nos dijeron que 35 euros más la renta antigua, unos 0,90 céntimos, y nosotros vivimos con 360 euros al mes. Todos. Sólo yo tengo una pensión. Y los cuatros hijos de mi hija la mayor, que no está en condiciones, comen y muchas veces duermen aquí. Yo intento tener la nevera llena para ellos. Y por eso tengo que pedir a Cáritas, a la Cruz Roja y a las hermanas de Sor Ángela». Su receta para «estirar» el dinero es sencilla: «Cuando pongo un puchero me tiene que durar tres días, uno con arroz, otro con huevo...». Carmen tiene cuatro hijos, «tres hembras y un macho, cabo en Cádiz», apostilla orgullosa, y su obsesión es «poder comer, nada más». Evidentemente, es su prioridad. Por eso teme que el Ayuntamiento le pida más dinero tras la mudanza «porque no podemos pagarlo, ni yo ni la mayoría de los vecinos de aquí. Pero dicen que esos 35 euros son para el ascensor y el mantenimiento del bloque». Eso sí, agradece que finalmente Emvisesa les haya colocado los muebles de las cocinas, «aunque la mudanza sí nos dijeron que la tenemos que hacer nosotros». «Como no tenemos para pagarla –añadió Juan– no sabemos cómo la vamos a hacer. Casi todos los vecinos somos mayores. Necesitamos que nos pongan un grupo de ayuda, por ejemplo, chavales del barrio», propuso. Sobre la fecha de la mudanza poco saben, si bien desde la asociación de vecinos de barrio apuntan a principios del próximo mes. «Ya han llamado a algunos vecinos para firmar el contrato, a mí no, aunque estuve en el sorteo y ya sé cuál es mi piso. Es muy bonito. Espero que pronto me llamen para firmar. Después nos darán las llaves», dice ansiosa porque recuerda las «promesas incumplidas». «Vinieron al barrio antes de las últimas elecciones la ministra (Ana Mato), el alcalde Zoido y el padre de Mariluz, Cortés, y nos dijeron que en marzo de 2013 empezarían los derribos, pero no nos hemos ni mudado todavía. Van muy lentos y estos pisos van a empezar a caerse», advirtió esta vecina que, según cuenta, espera que la convivencia en el nuevo bloque sea buena. «Todos los días hay navajazos en el barrio», apostilla Juan, escayolista y albañil durante toda su vida aunque no haya cotizado lo suficiente «ni para tener una pensión». «Sólo queremos estar en paz y vivir tranquilos», remarca este matrimonio una y otra vez. Carmen, con 61 años, vive en Los Pajaritos desde los ocho. En estos 30 metros cuadrados crió a sus cuatro hijos y a algunos de sus doce nietos. Cuenta que su padre era bombero y que, desgraciadamente, murió en el incendio de Vilima en 1968. Entonces le cambió la vida. «Yo fui una niña muy bien criada. Todos los años me vestía de flamenca. Mi padre me compraba vestidos de todos los colores, todo lo que yo le pedía. Pero al morir, cuando yo tenía 16 años, mi madre no me amparó, aunque yo sí la cuidé al final de su vida. Desde que tenía 16 años no he hecho nada más que luchar y trabajar, aunque mi padre no quería que yo trabajase», narra entre las fotos de su padre, de sus hijos y de sus nietos. Que son su vida.

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