Llevaba días desaparecido, por lo que su madre había presentado una denuncia. Pero no fue hasta el pasado martes cuando el propietario de la vivienda, situada en el paraje La Mela, llegó y se encontró el cadáver de R.C.G., que falleció tras quedar atrapado varios días en la chimenea por donde intentó acceder al chalé.
Fuentes de la Policía Nacional informaron ayer a la agencia Efe de que los agentes encontraron el cadáver del joven, de 30 años y vecino de Morón de la Frontera, tras la denuncia del propietario de la vivienda, situada a las afueras de la ciudad. El cadáver, que presentaba ya los primeros síntomas de descomposición, está siendo analizado por técnicos forenses en una de las salas del tanatorio de Morón de la Frontera, junto al cementerio de la ciudad.
Según las primeras hipótesis, el hombre, al que se le realizan pruebas de ADN, utilizó el conducto para penetrar en la vivienda y presuntamente perpetrar un robo en su interior. Sin embargo, su cuerpo quedó encajado en el conducto, lo que impidió que pudiera deslizarse por la chimenea o trepar para salir de la trampa, según informó ayer el diario Abc. Se da la circunstancia de que la víctima contaba con varios antecedentes por robo.
La Policía Nacional confirmó también que la presión de la chimenea pudo impedir el movimiento del joven, quien sólo pudo sacar al exterior una mano y el antebrazo tras una intensa lucha por liberarse. De hecho, la autopsia tendrá que revelar cuándo se produjo la muerte y cuánto tiempo estuvo atrapado. En principio, llevaba unos cuatro o cinco días muerto, los mismos que la vivienda llevaba desocupada por la ausencia de su dueño. En este sentido, previsiblemente el joven aprovechó esta circunstancia, la de que era un chalé habitualmente vacío, para intentar entrar. En este sentido, el propietario no pudo percatarse de la situación hasta que llegó al chalé, que utiliza como segunda residencia para sus periodos de vacaciones o fines de semana en la ciudad.
La noticia conmocionó ayer a los habitantes de Morón de la Frontera por el macabro hallazgo y por la muerte tan dramática que sobrevino al hombre.
Fuentes municipales apuntaron que el dueño del chalé es un empresario de la distribución, al que recientemente le había dado un infarto. Precisamente, por prescripción médica, se había marchado fuera de la ciudad para descansar. Cuando volvió al municipio para darle una vuelta al chalé, se encontró trozos de ladrillo en el suelo debajo de la chimenea -desprendidos por la lucha del joven para liberarse- y pensó que habían entrado a robar. Entonces llamó a su capataz, quien detectó que había una verja forzada por la que habían accedido a la finca. Subió el dueño entonces a la chimenea sospechando que habían entrado por ahí. Inicialmente pensó que lo que sobresalía eran unos guantes, hasta que comprobó que se trataba del joven. Tal fue su sobresalto que fueron los bomberos los que tuvieron que subir al tejado para ayudarle a bajar.