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Muere el periodista que dio voz a los desfavorecidos

El periodista y sacerdote José María Javierre falleció ayer en su casa del Paseo Colón. Amigo Vallejo oficia hoy el funeral en la Catedral de Sevilla.

el 17 dic 2009 / 09:56 h.

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Un familiar de José María Javierre dice adiós al sacerdote en el velatorio instalado en su casa del Paseo de Colón.
El cura Javierre ha muerto. Periodista, sacerdote, teólogo, escritor. José María Javierre, el que fuera director de El Correo de Andalucía en los años 70 y 80, impulsor del suplemento Mundo Laboral, figura clave para Sevilla, la Transición y la Iglesia, murió ayer a los 85 años después de una larga enfermedad. El funeral corpore insepulto será oficiado a las 10.30 de esta mañana por el cardenal Carlos Amigo Vallejo en la Catedral. Posteriormente su cuerpo será enterrado en el cementerio de San Fernando.

El arzobispo, Juan José Asenjo, afirmó ayer que Javierre falleció tras una enfermedad "sobrellevada con ejemplar paciencia y alegría" y trasladó su "más sincera condolencia a sus familiares".

Después de más de un año alejado de la vida pública, José María Javierre moría en la que fue su casa durante los últimos 51 años. Su fallecimiento no cogió por sorpresa a sus más allegados pues su delicado estado de salud era conocido por familiares y amigos.
Javierre llegó a Sevilla en la primavera de 1958, un Martes Santo, y su cercanía a la Semana Santa fue ya una constante en su vida. Como sacerdote, la religión ("un cura optimista, confiado de un Dios infinitamente bueno", contaba su amigo Manuel Olivencia); como sevillano de adopción, la Semana Santa, de la que fue pregonero en 1993; como periodista, "el compromiso con los que no tienen voz", recomendación que se tomó a pies juntillas del que le encargó la tarea de dirigir al decano de la prensa sevillana, el cardenal José María Bueno Monreal.

Murió Javierre y las facetas de su figura se hicieron unas más fuertes que las otras. Todas a la vez. "José María fue importantísimo para la religión, para la Iglesia, como él la entendía, para las cofradías, para Sevilla en general, para la Transición, para el periodismo", loaba emocionado Joaquín Fernández-Palacios Carmona, uno de los hijos del matrimonio formado por Pepe y Marisa, quienes acogieron por un mes a Javierre cuando llegó a Sevilla y del que ya no se separaría.

Llegó para escribir un libro sobre el cardenal Marcelo Spínola, fundador de El Correo de Andalucía, y se quedaría para escribir otros 35 -el último todavía en imprenta sobre Fray Leopoldo de Alpandeire- y dirigir la cabecera El Correo, "El Correíllo", como él lo llamaba, en dos ocasiones. La primera entre 1969 y 1972 por encargo de Bueno Monreal y con el espíritu del Concilio II; la segunda, a petición expresa del entonces arzobispo Carlos Amigo Vallejo, entre 1984 y 1986 para que devolviera al periódico su identidad perdida y saneara sus cuentas.
Doctor en Teología por la Universidad Pontificia de Salamanca, se diplomó en periodismo por la Escuela Oficial de Madrid. Entre sus actividades periodísticas destacó como editorialista y corresponsal en Italia del diario Ya. En El Correo impulsó las páginas Mundo Laboral, un suplemento que en sus sólo seis años de vida se convirtió en una referencia del mundo obrero y el sindicalismo, y donde trabajó mano a mano con Felipe González, Eduardo Saborido, Fernando Soto, Manuel del Valle o Bartolomé Clavero. Desde la dirección del decano de la prensa sevillana contribuyó a consolidar los valores democráticos en los últimos años de la dictadura, y especialmente en el inicio de la Transición democrática.

Era oscense. Nació en un pueblecito de Huesca, Lanaja, en 1924, pero tan sevillano que se hizo pronto devoto de la hermandad de los Estudiantes, la Soledad de San Lorenzo, el Silencio o el Gran Poder. Fue hermano fundador de la Sed e hizo suya la causa para la canonización de Santa Ángela de la Cruz. Sus hermanas, las Hermanas de la Cruz, le regalaron la casulla con la que ayer fue amortajado y con la que daba misa hasta los últimos meses en su domicilio gracias a la distinción de Operario Diocesano que le otorgó la Iglesia.

Para la familia Fernández-Palacios Carmona era uno más. El abuelo entrañable, el amigo inseparable que cuidó del patriarca hasta su muerte, el que aconsejaba a los hijos y a los nietos, que ayer lo velaban en su casa.

Para quienes trabajaron con él era la sonrisa bondadosa que se escondía bajo la gran autoridad de su magisterio.
En su pregón del 93 decía: "Preguntan los viajeros, preguntan y no paran. Quieren interpretar el fenómeno humano de la Semana Santa andaluza. Les resulta incomprensible que un pueblo cargado de reivindicaciones y desdichas haya salvado hasta hoy esta tradición. Cómo es que llevamos dentro tanto desengaño con tal carga de alegría. Si de veras podemos sufrir y gozar, tanto, al mismo tiempo." Quienes conocían a Javierre hoy lloran su muerte con la alegría de haberlo conocido.


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