Me extraña una barbaridad que feministas y modernos no protesten porque ahora (a buena hora mangas verdes), todas las juntas de gobierno que se precien, y no digamos si hay más de una candidatura, llevan una, dos o incluso tres señoras. ¿Saben por qué? Pues muy sencillo, porque convierten a la mujer en moneda de compra de votos y aceptaciones.
¿Me entienden?, ¿que no?, pues repito. A mí lo que me importa es la vara, es decir, a mí la mujer me da lo mismo que la desacralización de la vaca en la India o el antepenúltimo novio de la Yola Berrocal, pero como quiero trincar la vara como sea, meto a dos señoras de la hermandad de toda la vida, si son madres mejor, y así quedo la mar de bien, la mar de moderno y la mar de reesforzado.
Ya me lo cogen?, ¿sí?, pues me alegro. Las cofradías de Sevilla son -y deberían seguir siendo- anacrónicas e ilógicas, y no me parece acertado (aquí no entra el campo jurídico) que las mujeres estén en su gobierno; repito, digo acertado, no que no tengan derecho, y poyeyo, creo que no deberían conformar juntas.
Créanme, la Semana Santa o las cofradías son lo que son porque no se rigen por el Código Civil ni de comercio, sólo la Fe, Belleza y Medida las mantienen, y como metamos la igualdad o la paridad (conceptos propios de un Estado de Derecho, pero en absoluto en cofradías), lo que no ha podido la República, la Guerra, el Franquismo o la Transición, se lo van a ca(r)gar las meapilas, que son los que están destrozando el cotarro de sus ambiciosas ocurrencias.
José María Font es abogado.
