Cultura

Murillo: un virtuosismo precoz

Los Museos de Bellas Artes de Bilbao y Sevilla se adentran en la etapa joven del maestro en una exposición que recorre sus quince primeros años de producción.

el 19 oct 2009 / 18:36 h.

La denuncia social y el retrato del poder eclesiástico en la ciudad quedan de manifiesto en las pinturas de un joven Murillo.
Es el Murillo (Sevilla, 1617-1682) más desconocido, el que sitúa su obra temprana, de un "virtuosismo absolutamente precoz", en el contexto social del Siglo de Oro, en una ciudad en decadencia, que vivía el inicio de su ocaso como gran metrópolis de Europa.

 

La Sevilla de pícaros, mendigos y prostitutas, los bajos fondos de una ciudad por otro lado aristocrática y eclesiástica, queda dibujada y magníficamente interpretada en la exposición Murillo joven, que inaugura hoy mismo el Museo de Bellas Artes de Bilbao y que pretende arrojar luz sobre los escasos quince años que van desde 1640 hasta 1655, en los que Murillo comenzó a formarse como artista en los talleres de su ciudad.

Coproducida con la Junta de Andalucía, la exposición estará en la capital vizcaína hasta el 17 de enero, para viajar con posterioridad a la capital hispalense, donde le dará el relevo a la muestra sobre la colección de la Casa de Alba.

En ella, los comisarios Alfonso E. Pérez Sánchez y Benito Naverrete han reunido 42 pinturas del periodo juvenil del artista, una etapa poco estudiada hasta este momento, y sin embargo "crucial en su carrera artística, pues marcó incluso la orientación de obras posteriores de su carrera, como se evidencia en algún ejemplo en la muestra", explica un entusiasmado Navarrete, que ha trabajado durante cinco años en esta exposición, para la que ha conseguido 25 cuadros procedentes de colecciones extranjeras, de los que 16 se ven por vez primera en nuestro país.

Así las cosas, de la etapa formativa y primera madurez de Murillo, los museos coorganizadores de Bilbao y Sevilla conservan ejemplos significativos -San Pedro en lágrimas (c. 1650-1655) y San Lesmes (c. 1655) en el museo de Bilbao, y la Estigmatización de San Francisco (c.1650) y San Jerónimo penitente (c. 1665) en Sevilla-. Se trata de unas pinturas que revelan "a un artista que inicia su carrera pictórica en la senda del naturalismo", según Navarrete.

"Hemos visto -agregó ayer el profesor- que Murillo comienza caminando de la mano de artistas como Caravaggio, que desnudan el alma entera de los protagonistas de sus pinturas; que no los divinizan, sino que los humanizan y que esas sombras del cielo terminan siendo luces de la tierra".

"La muestra nos ha permitido descubrir también -añadió el comisario- a un artista que desde el primer momento comienza a pintar con una calidad muy sostenida y con una fuerza, garra, inmediatez y espontaneidad en sus composiciones que perdería en su madurez aunque, a cambio, ganaría en calidad técnica y recursos pictóricos".

La exposición se ha planteado en siete secciones y se abre con sus primeras obras (un Autorretrato, dos Virgen con Santo Domingo y dos Trinidades), "en las que ya comienza a apreciarse la evolución del artista hacia composiciones de gran fuerza de trazo y volumen", indicó Navarrete.

Prosigue el recorrido con seis de los lienzos que constituyeron su primer encargo importante y con el que se dio a conocer ante el gran público sevillano: la decoración del claustro chico del desaparecido convento de San Francisco de Sevilla y que, por primera vez, se muestran conjuntamente en una exposición.

El tercer apartado exhibe las obras que muestran la conciencia social que mantuvo el joven Murillo, cuando retrata a niños pordioseros y desamparados, y en donde se pueden ver obras relevantes como el famoso cuadro El piojoso, prestado por el Museo del Louvre; el original de La vieja hilandera o Dos muchachos comiendo uvas y melón.

La muestra prosigue con la sección dedicada a la infancia de Cristo y a sus lienzos monumentales, entre los que destaca el cuadro titulado José y la mujer de Putifar, cedido excepcionalmente para esta exposición por el Museo de Kassel (Alemania). Las obras dedicadas a María Magdalena y a Santa Catalina, y las que muestran a santos penitentes en éxtasis, como el San Pedro en lágrimas, propiedad del Bellas Artes de Bilbao, el San Jerónimo penitente, del Museo del Prado o el San Francisco del Bellas Artes de Sevilla, cierran la exposición.

Durante el recorrido se verán también La Virgen entregando el rosario a Santo Domingo del Arzobispado de Sevilla; La vieja gitana con niño del Wallraf-Richartz Museum de Colonia; La Sagrada Familia del pajarito del Museo del Prado; y la especialmente expresiva Santa María Magdalena renunciando a los placeres mundanos del Virginia Museum of Frine Arts en Richmond (EEUU), que no había sido expuesta en nuestro país desde hace más de un siglo.

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