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Música barroca y cañí, el Alcázar resuena

el 30 jun 2010 / 22:29 h.

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Retando al ídolo del pop adolescente David Bisbal, en el Real Alcázr arrancó anoche una nueva edición del ciclo que cada verano viene a salvar la cara de la política cultural que ponen en marcha los gestores municipales cuando llega una época en la que la ciudad se empeña en cerrar por vacaciones. El programa diseñado para esta ocasión, superado el techo de la primera década, renueva parte del vestuario y pone en liza una serie de grupos novedosos que oxigenan y dan nuevo impulso al aficionado para seguir asistiendo a la cita.

El conjunto Looking Back no es ningún recién llegado al escenario pero su nombre todavía no milita en las mismas cotas de popularidad de los grupos andaluces que orbitan alrededor del universo de la música antigua. Es cierto que la formación que lidera el multinstrumentista Andreas Prittwitz se orilla más hacia la improvisación que hacia la interpretación histórica, pero su propuesta, liviana y directa, puntúa a ratos tan alto como la de otros grupos más sobrevalorados...

De antemano, Prittwitz es un músico de raza, las notas le fluyen por sus dedos y es capaz de pasar sin arredrarse de la flauta dulce al clarinete y al saxofón soprano. Tiene swing, golea en virtuosismo y es capaz de comunicar su entusiasmo. A la vez que todo lo anterior, y como demostró ayer, se ha rodeado de un grupo de músicos competentes capaz de sacar a paseo al barroco Bach y al renacentista Gaspar Sanz entre Django Reinhardt y Jacques Loussier sin que ni uno ni otro se despeinen.

Otra cosa es que la fórmula, pasados los primeros temas, parezca demasiado esquemática: exposición de la melodía en instrumento solista, entrada del grupo, variaciones e improvisaciones varias.Cuando la banda controla los efluvios jazzeros el resultado convence (Preludios y Minuetos de Bach) pero en el momento en que la guitarra de Antonio Toledo se desmelena y fluctúa entre el toque gipsy y el decididamente cañí el material original queda tan desdibujado que acaba por convertirse en una burda y simpaticona filigrana. De propina, a Van Eyck lo bordaron.

Quedó en tierra de nadie, pero es esa tierra de nadie la que les pertenece. La que otrora transitaron añoradas formaciones como la Orquesta de las Nubes o Clónicos, eso sí, desde otras perspectivas. Insistimos, Prittwitz es un músico grande. Sólo por verle a él merece el esfuerzo de heterodoxia que se exige al público. El 10 de septiembre repite. En dúo. Casi mejor.

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