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Nadie se atreve con Rusia

La Unión Europea se anotó ayer un aparente tanto al conseguir su presidente de turno, Nicolas Sarkozy, que Rusia aceptase el plan de paz con el que aterrizó en Moscú para frenar la sangrienta guerra desatada en Georgia. A buen seguro que el presidente francés no tardará en sacar pecho...

el 15 sep 2009 / 09:48 h.

La Unión Europea se anotó ayer un aparente tanto al conseguir su presidente de turno, Nicolas Sarkozy, que Rusia aceptase el plan de paz con el que aterrizó en Moscú para frenar la sangrienta guerra desatada en Georgia. A buen seguro que el presidente francés no tardará en sacar pecho, pero la impresión de los observadores internacionales es que Rusia ha frenado su incursión militar cuando ha querido: simplemente ha dado el trabajo por terminado una vez cumplidos sus objetivos.

El golpe que los rusos han arreado en la mesa de la comunidad internacional no ha pasado desapercibido, desde luego que no. Con su primera incursión militar más allá de sus fronteras desde la caída de la URSS, ha dejado claro que quiere recuperar un protagonismo como el que tuvo en los ya lejanos años de la Guerra Fría. El coloso se despereza, y por lo pronto no quiere que le hagan cosquillas en un Cáucaso bajo su influencia directa.

Lo cierto es que Moscú se ha encontrado con un escenario que ni hecho a medida para su sangrienta puesta en escena. Por lo pronto, Georgia se equivocó al enviar a sus tropas a la región separatista de Osetia del Sur, un pedregal en el que malviven 80.000 personas que se sienten rusas. Rusia vio así las puertas abiertas para mandar a proteger a la población civil a sus tropas de paz, un eufemismo para enmascarar un potente contingente militar que ha arrasado a su antojo buena parte de una Georgia que insiste en que siguen los ataques.

Con todo, la crisis del Cáucaso ha dejado varias cosas claras: que Vladimir Putin es el que sigue mandando en Rusia, que nadie en la comunidad internacional se atreve a reprocharle nada a Moscú y que la independencia de Kosovo ha abierto la caja de los truenos de los nacionalismos más violentos. Y que, como siempre, las crisis de fronteras y orgullos patrios las siguen pagando con sangre los ciudadanos.

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