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Navegando en un mar de luces

El Pabellón de la Navegación volvió ayer abrir puertas tras 12 años cerrado y una costosa remodelación.

el 02 ene 2012 / 15:01 h.

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Perderse en un mar de luces para conocer la aventura atlántica tan vinculada a Sevilla. Esa es la oferta que ofrece el recuperado Pabellón de la Navegación que ayer abrió de nuevo sus puertas tras 12 años de letargo y una costosa rehabilitación. Una exposición le permitirá conocer de primera mano cómo funciona un barco, sus sonidos, o cómo olía el interior de una de estas naves que tardaban tres años en cruzar desde Sevilla hasta Filipinas.

Los primeros 700 visitantes que ayer se decidieron a navegar en la Isla de la Cartuja se sorprendieron con visión que ofrece el pabellón, con forma de barco, nada más entrar: un mar de luces que se mueven asemejándose a las mareas y en función de la climatología. "Refleja diferentes momentos del día y condiciones meteorológicas, como las tormentas", explica el director del pabellón, Javier Sanchidrián, quien está "muy satisfecho" con la afluencia de público del primer día de apertura, en el que no llegaron a verse grandes colas, aunque sí un constante ir y venir de visitantes.

En esta primera sala, el visitante va pasando por diferentes momentos: el previo a embarcar, la travesía y la llegada o el naufragio. "Se trata de un espacio donde se recogen diferentes almas", personajes que nos acercan la navegación desde el lado más humano. Uno de ellos es Francisco Escudero, un mendigo ciego que en 1795 anhelaba cruzar el charco atraído por el hecho de que ser mendigo en las Américas era más rentable que en España. Para conocer su historia no hay más que echar una moneda, "que luego es devuelta", en un cajetín. Eso sí, sepa que nunca logró su sueño porque no superó el férreo control que impedía entonces llegar a las Indias a los mendigos.

Ya en plena travesía, con un mobiliario que nos hace sentir como si estuviéramos en un barco, los visitantes descubren cómo fue el viaje de personajes como un dominico franciscano de 1544, que llegó a ser vicario de la provincia de San Vicente; o el de Juan Pérez, un grumete de 1571 que fue condenado por robar un trozo de pan duro a un compañero ante la falta de alimentos a bordo. Unas explicaciones mediante dibujos animados que relatan de forma muy sencilla y para todos los públicos todas estas historias. La muestra también implica a otros sentidos, como el olor, pues con sólo abrir una caja se puede apreciar, por ejemplo, el nauseabundo aroma de un camarote, o como huele la brea que recubría la madera.

Ya fuera del mar de luces, los visitantes pueden conocer cómo ha evolucionado la navegación desde los primeros hombres que se atrevieron a adentrarse en el mar hasta proyectos futuristas que plantean buques impulsados gracias a la energía solar, entre otros elementos. Pero ayer, sin duda, la sala que triunfó, en especial entre los niños, fue la que permite experimentar cómo se vive a bordo. Por unos minutos, los visitantes pueden dirigir el timón de una nave, arriar las velas o achicar agua. Por último, los amantes de la historia de Sevilla pueden ver la evolución de la ciudad durante los últimos cinco siglos.


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