Instalados en mitos, ritos y tradiciones inventadas, la inmensa mayoría, unos más y otros menos, repetimos en estas fechas del año determinadas pautas de conducta: comidas y cenas desproporcionadas, cánticos y bromas desinhibidos por las copas, gastos en regalos innecesarios estimulados por la presión de los medios y el engalanamiento e iluminación de las ciudades. La celebración de estas fiestas de conmemoración cristiana ha trascendido ese referente y, al tiempo que responde al profundo impulso cíclico de la fiesta social, ha sido integrada en las dinámicas de consumo que la economía exige.
Estas son las fiestas universales por excelencia, traspasando creencias, civilizaciones y hemisféricas diferencias climáticas. A la largo del siglo XX, en el que aún parecemos vivir, se consolidó la fabricación en serie de tradiciones que, como nos enseñó Hobsbawn, se produjo en Europa entre 1870 y 1914 articulada en el avance de la democracia electoral y la aparición de la política de masas. Un proceso que redescubrió la importancia que tenían los elementos "irracionales" para mantener el tejido y el orden sociales, por lo que habría de tener una aplicación peculiar entre nosotros, atrasados democráticamente pero bien dotados de componentes "irracionales".
Reconociendo la fuerza de esa realidad, muchos mantenemos la idea de que los componentes racionales fijan lo que nos caracteriza como humanos, y recibimos con satisfacción "otros regalos" que por estas fechas puedan llegar. Así, en Sevilla se puede disfrutar de uno particularmente estimulante: la exposición del Equipo 57 que, con ocasión del cincuentenario de su creación, se puede visitar en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo en el antiguo Monasterio de la Cartuja de Santa María de las Cuevas.
Compuesto por Ángel Duarte, recientemente fallecido, Agustín Ibarrola, Juan Serrano, Juan Duarte y Juan Cuenca, artistas de diversa evolución personal, asumieron en París en mayo de 1957 la decisión de trabajar como un equipo, es decir, disolviendo el mito de la individualidad creativa, denunciando el mercantilismo del arte y el estancamiento de las formas plásticas. Una ruptura con el fuerte dramatismo, irracional o expresionista, que prevalecía en aquellos años, a favor de los fundamentos normativos planteados por las tendencias mas racionalistas de las vanguardias históricas.
Bajo el principio de la expansión del espacio plástico, otro arte era posible, proyectado hacia la realidad, traspasando con naturalidad los límites del diseño o la arquitectura, profesión que ejercerían Serrano y Cuenca, dos de sus miembros cordobeses; interactividad que, durante sus años de vigencia, nunca les significó perder un ápice del objetivo estético, de desarrollo de la sensibilidad, que la magnífica exposición del CAAC permite apreciar a sus visitantes. Por Navidad nos llega este regalo que estará hasta marzo a disposición de todos. Tómese frío, siéntase caliente.
Víctor Pérez Escolano es catedrático de Arquitectura de la Hispalense
