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Nebrera, como la mojama

La Nebrera está equivocada. Los andaluces no tenemos un problema con el acento. Tenemos un problema con el paro. Por decirlo en andaluz, estamos como la mojama. Y eso sí que es malo, salen hasta bojigas. Quien tiene un problema con el andaluz es ella, ni siquiera los catalanes.

el 15 sep 2009 / 21:19 h.

La Nebrera está equivocada. Los andaluces no tenemos un problema con el acento. Tenemos un problema con el paro. Por decirlo en andaluz, estamos como la mojama. Y eso sí que es malo, salen hasta bojigas. Quien tiene un problema con el andaluz es ella, ni siquiera los catalanes. Por lo que se ve, a la diputada Nebrera le falta un hervor y le sobran revoluciones; carece de sentido del humor y anda sobrada de mala leche. Es de ese tipo de gente que se levanta por la mañana pensando a quién puede fastidiarle el día. Inelegante, hosca y pelín xenófoba, por decirlo sólo en tono descriptivo. La verdad es que lo que ella no sabe es que la gente nos entiende tan clarito como a Jordi Pujol, paradigmático ejemplo de claridad hablante, sin que de él insinúe nadie un presunto analfabetismo, atraso secular o incultura galopante. Dice la Nebrera que llama a un hotel de Córdoba y no entiende al recepcionista. También es mala suerte. Es como si llamas a El Bulli y no te entiendes con Ferrán Adriá, que parece que habla con un estropajo en la boca, aunque es un tipo majísimo y catalanísimo. Pero lo de Montserrat no es más que una cucharada de elitismo nacionalista burgués. Es imposible que en Cataluña haya mucha gente como ella, que crea que los andaluces somos un pueblo subdesarrollado, unos gañanes de siesta, guitarra y jaleo ceceante. Y extraña que una diputada se emplee en términos tan despectivos contra una ministra de España. Que la llame "cosa" y cosas peores. Y sorprendió que su partido, el PP, dejara pasar 24 horas infames sin reprenderla de veras, no con la regañina de opereta que improvisó en primera instancia Antonio Sanz, quien acabó dándole pávulo a la Nebrera al entender que sus exabruptos guardaban cierta lógica dado el comportamiento de la ministra de Fomento. Es cierto que, en segunda instancia, Arenas entró en la escena ofendido y enfatizó que no iba a tolerar semejantes insultos a los andaluces. Está bien, pero el PP debe saber que tiene un coladero tremendo por la parte de Andalucía: Mayor Oreja, Ana Mato, Aparicio, Vidal Quadras, Nebrera... cualquier sargentillo con cargo en el PP se ha visto durante estos años convocado al juego de faltarle el respeto a Andalucía y a los andaluces. No sirve la falsa argumentación del PP: no confundimos a Andalucía con el PSOE ni con Chaves, sabemos distinguir, pero el pleno de descalificaciones habituales -"indolentes", "analfabetos"...- no se dirigía al presidente de la Junta. En esas otras ocasiones no hubo reprimenda ni contundencia. Y como a los otros les salió gratis, la Nebrera, esa cariátide de la burguesía catalana, ha creído que todo el monte es orégano. La diferencia es que la Nebrera, una malajidea, es una outsider en el PP tras desafiar la lista oficial de Rajoy en Cataluña y tampoco ha costado tanto dejarla caer. O sea, que estaba políticamente chuchurría, aunque dudemos de que terminen expulsándola.

Se han escrito esta semana textos preciosos, entre los que destacamos el de Antonio Zoido y Juan Ojeda en este periódico, uno de Antonio Burgos en Abc, García Montero en El País y un puntillazo de Javier Aroca en la Cadena Ser. Si quieren ilustrarse, búsquenlos, que son imprescindibles. Cada uno a su modo ha explicado el origen de la tropelía de segregarnos por nuestro acento, de convertirlo en maldito, en víctima de la cultura oficial de la España centralista y miope unas veces, y de la España nacionalista y ciega, otras. Cuanto más centralista y nacionalista ha sido España, más torpe y más bruta, como demuestran la Historia pasada y los hechos recientes. Sólo con el desarrollo pleno de sus comunidades autónomas, con el respeto no excluyente a sus singularidades lingüísticas y culturales, ha sido posible una España próspera, fuera el sangangui. Pero sólo hay algo peor que un centralismo empedernido: un nacionalismo que prejuzgue a los demás tanto en cuanto se aleje a de su canon. Se llama síndrome de Procusto. Y todo por el andaluz-malagueño de Magdalena Álvarez, que dicho sea de paso, es una pronunciación suave, con algún seseo y alguna característica ligerita de la modalidad lingüística andaluza. Ignora la Nebrera, esa acabafiestas, cuántas hablas andaluzas hay. Cada una con su acento propio, su entonación y sus formas particularísimas y eso sin que haya escuchado hablar a Marvizón, ese portento. Ignora quien nos denosta que lo más destacable del habla andaluz no es el acento sino la riqueza expresiva que da la tierra: no hablamos ni mejor ni peor, sino distinto. Y desconocen qué historia de fatigas, esplendores y renaceres late detrás de cada ceceo. Pero nuestro I+D lingüístico no hay quien lo supere. La cuestión es no dejarse llevar por la ignominia sino plantarle cara al asunto de una vez. La normalización de nuestro habla, primar nuestros valores lingüísticos, iniciar el proceso de recuperar también el orgullo de nuestro habla intransferible.

A Andalucía siempre se le ha puteado mucho. A estas alturas no va a consentir que una diputadilla ociosa y ahíta de cava nos eche escupitajos encima. Cuando actuemos con una sola voz, como una sola persona, ante las ofensas, nadie se atreverá a levantarnos la voz. En las ruedas de prensa le darán hasta babuchazos, como a Bush en Irak. Será también la recuperación de la memoria histórica de nuestro habla, que podríamos iniciar ahora, tras la catarsis que nos ha unido. Porque nosotros nos entendemos con todo el mundo y a la Nebrera también se le ha entendido todo, francamente. Que estamos como la mojama, Montserrat.

ahernandez@correoandalucia.es

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