Norma Jeane Mortenson, bautizada artísticamente con el nombre de Marilyn Monroe, puro mito, elegancia y atracción, fue una diva del cine y la moda de Estados Unidos en los años 50, aquellos en los que TVE nacía preñada de aparatos semi-desconocidos y fotogramas de color sepia.
Marilyn, un fenómeno social 48 años después de su misterioso fallecimiento, fue una fuente de energía inagotable. Su pedigrí cinematográfico creció a ritmo vertiginoso y aquella rubia de piernas turgentes cautivó a una España que buscaba sus imágenes en revistas prohibidas.
Nunca un papel fue secundario en su carrera. Guardiola, con asesor estético e impulsor de tendencias, es el Marilyn masculino de la Liga. Antonio Álvarez, su homólogo en el Sevilla, buscó ayer sobre el césped del Camp Nou a un sastre.
Quería zapatos nuevos para caminar sobre un alambre que él construyó de manera alarmante desde que dibujó la alineación que dispuso ante el embrión del campeón de Europa, aún a ritmo primario y con la cantimplora seca. Creyó interpretar un papel secundario y se erigió en un inesperado actor principal. Y Guardiola sólo escribió un guión.
Asesinar al enemigo con una puñalada certera, combinada con una sobredosis de confianza y calidad. Marilyn nunca aceptaba papeles de figurante. Ni en sus inicios, cuando, según los expertos y devoradores de revistas de cine, era la estrella de películas de perfil bajo.
Álvarez, seducido por la Champions y con su rostro clavado en el escudo del Sporting de Braga, retrató un nuevo panorama en el minuto 60. Tarde y con las butacas del cine repletas. La película había consumido los trailers y el Sevilla ni siquiera había comprado sus billetes. Y cuando quiso acceder a la sala, Messi vetó su presencia. El argentino es un genio, una especie de divo del fútbol. Y Xavi un arquitecto. E Iniesta un elegido. Marilyn nunca fue una actriz secundaria.