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Negocios y la educación acomodada

David Gardner ha sido presidente de la Universidad de California y en unas recientes declaraciones comentaba que esta universidad despidió a cuatro premios Nóbel por faltar a sus clases. Además, despidió a otro profesor por poner demasiados sobresalientes.

el 16 sep 2009 / 03:01 h.

David Gardner ha sido presidente de la Universidad de California y en unas recientes declaraciones comentaba que esta universidad despidió a cuatro premios Nóbel por faltar a sus clases. Además, despidió a otro profesor por poner demasiados sobresalientes. Gardner entiende que el nivel de calidad de una universidad depende del nivel de exigencia tanto para los profesores como para los alumnos. Una responsabilidad que tiene que ver en cómo una sociedad gestiona y redistribuye el talento. En sus propias palabras, para la universidad la comodidad es el enemigo.

El Financial Times también se ha hecho eco de un debate sobre la comodidad en la educación. En un artículo que ha titulado La avaricia está aquí para quedarse, aprenda a vivir con ella, relataba la incomodidad que ha sobrevenido a las escuelas de negocio, por la discrepancia entre su filosofía y las lecciones de la actual crisis. En opinión del articulista, la formación de estos centros se ha especializado en cómo hacer dinero a corto plazo, con el menor coste posible y una alta rentabilidad; considerando la regulación pública, la transparencia, la responsabilidad social o la fiscalidad, como obstáculos franqueables, gracias a una innovación justificada por la legítima vocación del beneficio. Un enfoque que ahora no parece estar demasiado de moda.

Algunas escuelas han desempolvado viejas teorías sobre ética de los negocios, la responsabilidad social corporativa o el valor de la reputación en la gestión de la marca. Un intento vano, a juicio de su autor, porque la predisposición a la avaricia, la amoralidad, el respeto a las leyes o el sentido de la responsabilidad cívica, no pueden resolverse en una oferta educativa de corto plazo. Como él señala, es imposible erradicar la avaricia humana, pero al menos si parece posible enseñar a los niños, desde su más tierna infancia, los riesgos y los principios que deberían definir la felicidad personal.

Hoy se habla de la reforma de la educación en términos de infraestructuras, planes de estudios, métodos pedagógicos. Otros proponen los valores del respeto, la disciplina, el mérito o el esfuerzo. Una oportuna coctelera de ideas de dudoso éxito, sin una mínima reflexión sobre los errores que como sociedad ya se han cometido. Sin observar los daños ya producidos. Sin reflexionar en serio sobre la forma que ha adquirido nuestro presente y la incertidumbre de un futuro que ya se asoma.

La reforma de la educación es tan necesaria como urgente. Pero tiene que ir de la mano de las necesarias conclusiones morales, intelectuales e ideológicas de esta colosal crisis, así como de la revisión del actual modelo de vida individual, social o institucional. Sobre todo, como padres, ciudadanos, votantes, consumidores, usuarios o contribuyentes, como estudiantes, empresarios o trabajadores, pensando en la sociedad a la que aspiramos. Arrinconar este debate a un exclusivo problema educativo es confirmar lo que decía Gardner, la comodidad es nuestro verdadero enemigo.

Abogado

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