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Ni bueno ni malo, lo contrario

el 04 mar 2012 / 00:25 h.

A estas alturas de la Liga, cosechar un empate en casa ante un rival directísimo como es este Atlético de Madrid no es un buen resultado. Pero tampoco es una catástrofe, ya que la sensación agria de no haber sumado los tres puntos en liza la endulza el hecho de que el contrincante tampoco se lleve las alforjas llenas en una competición tan igualadísima como la que se está viviendo este año. En resumen, el empate es todo un homenaje a ese irónico dicho que nos cuenta que algo no es ni bueno ni malo, sino todo lo contrario. Eso a priori, aunque viendo la trayectoria de ambos equipos y en un Sánchez Pizjuán lleno como hacía tiempo que no se veía, cabía esperar esa victoria balsámica que acercara al Sevilla a los puestos de Champions más baratos de la última época.

Y es que aunque parezca todo lo contrario, aunque nos hayan vendido a Diego Pablo Simeone como un Dios terrenal, lo cierto es que el conjunto colchonero suma con éste cinco partidos sin ganar, con cuatro empates y una derrota. Esos parecen números muy pobres para un grupo que aspira a meterse entre los cuatro primeros, pero en esta Liga 2011/12 son más que suficientes para estar en la pomada y verse muy cerca del objetivo. Todo esto, sin embargo, debe servirle al Sevilla para creerse que ellos con capaces de cualquier cosa, ya que ni ayer, ni en el resto de la competición, y aunque parezca mentira, los nervionenses han demostrado ser peores que ninguno de los que parecen pelearse a muerte por finalizar con nota el curso.

En el choque de ayer, el Sevilla no fue mejor que el Atlético de Madrid, especialmente en la primera parte, pero tampoco fue peor. Ambos equipos pusieron en liza a sus mejores onces disponibles, aunque las bajas de jugadores de la categoría de Falcao o Negredo, por citar sólo a uno de cada equipo, son demasiado importantes. La primera mitad fue de los capitalinos, que aprovecharon para ponerse por delante ante la enésima demostración de falta de sangre de la defensa sevillista, que contempló en la mejor localidad cómo el balón volaba a la cabeza de Salvio y éste acertaba a batir a Palop. En la segunda, el Sevilla se estiró e hizo sufrir a un rival que añoraba a su columna vertebral. Al final, las tablas no fueron más que el reflejo en el espejo de los dos exponentes más claros de una competición igualada en la que nadie se destaca de nadie. ¿Llega a ser aburrida?

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