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Cofradías

Ni siquiera fue dulce su final

La lluvia abortó la salida del Dulce Nombre, la única que lo intentó en un Martes destrozado por el aguacero

el 19 abr 2011 / 21:04 h.

No pudo ser. La lluvia, erigida en triste protagonista, destrozó ayer por completo la nómina del Martes Santo arrancando de cuajo una de las páginas más hermosas del programa de mano de la Semana Santa. Esta vez ni siquiera se obró el esperado milagro en San Lorenzo, última y vana esperanza de un día ayuno de cofradías. La hermandad del Dulce Nombre sufrió en sus carnes el mayor azote de la lluvia en su desesperado y casi temerario intento de revivir aquel milagro de 2003, cuando fue la única cofradía que cumplimentó su estación de penitencia a la Catedral en un día con un guión muy parecido al de ayer... salvo en su desenlace.

Al filo de las ocho y media de la tarde, después de un día aciago y sin un solo nazareno en la calle, el comisionado del Dulce Nombre, un enchaquetado Manuel Toledo, abría una ventana a la esperanza confirmando la decisión del "equipo de auxiliares de este comisionado" de poner rumbo a la Campana y verificar la estación de penitencia de manera "rápida".

Sevilla les esperaba ayer más que nunca y con casi 50 minutos de retraso sobre el horario previsto, la Cruz de Guía del Dulce Nombre se asomaba a la plaza de San Lorenzo. Pero fue salir el paso de Jesús ante Anás a la calle y comenzar a llover de manera inmisericorde. El aguacero más intenso de la jornada daba al traste con este intento de salida del Dulce Nombre, cuyo paso de misterio regresó sobre sus pasos aceleradamente bajo una manta de agua cuando ya se había adentrado en la calle Conde de Barajas. Poco después de las 21.15 horas, el Martes Santo de 2011 era ya historia en Sevilla. Hasta que los nazarenos blancos del Dulce Nombre asomaron a San Lorenzo, el Martes Santo había sido una sucesión de decepciones encadenadas y de estaciones de penitencia suspendidas con mayor o menor prontitud en la toma de decisiones.

Desde el Cerro hasta Santa Cruz, nazarenos de siete cofradías retornaban a sus casas con la decepción a cuestas barriendo con sus capas adoquines encharcados o espejándose en un asfalto mojado. La hermandad de Los Javieres protagonizó, no sin polémica, el único amago de salida entre las que se vieron obligadas a suspender su estación. Después de apurar al máximo las opciones que le concedía el reloj esperando quizás unas predicciones más esperanzadoras, minutos antes de las cinco de la tarde la junta de gobierno de la corporación de Omnium Sanctorum anunciaba a sus hermanos la sorpresiva decisión de poner la cofradía en la calle. De ello se encargó la hermana mayor en funciones, Maruja Vilches, desvelando los detalles de la ajustada votación de los oficiales de junta.

A ella, por el voto de calidad del hermano mayor, le había tocado la responsabilidad de "romper" el empate. "Pido perdón desde el primer momento porque me puedo haber equivocado, pero mi voto ha sido el de salir". Aunque sus palabras fueron coronadas por un aplauso en el interior del templo, la decisión no despertó una plena unanimidad entre los hermanos. Vilches les pidió que fueran rezando durante el recorrido para que "este acto de fe se vea recompensado sin deterioro de la hermandad". La cofradía de la calle Feria se organizó rauda en el interior del templo, pero cuando se abrieron las puertas de Omnium Sanctorum el panorama era desolador.

La estampa del fiscal de Cruz de Guía plantado bajo la ojiva contemplando inmóvil cómo un mar de paraguas se abría ante sus ojos aguardando la salida de la cofradía era la viva representación del quiero y no puedo. Traspasar el dintel en ese momento hubiera sido una temeridad. Dos minutos después, las puertas de la parroquia volvían a cerrarse. La buena de Maruja Vilches reconocía después que la primera decisión la tomó "por fe, pensando quizás que Dios quería salir y por darle gusto a los hermanos".

El Martes Santo se quedó por este año sin el conmovedor pregón de Rafael Díaz Palacios a las hermanitas de la Cruz, sin la suelta de palomas en El Cerro del Águila, sin el misterio de la Presentación al Pueblo de la hermandad de San Benito bajo las setas de la recién inaugurada plaza de la Encarnación o sin las largas hileras de penitentes tras el Crucificado de la Universidad de Sevilla. La lluvia nos robó ayer un capítulo entero de la Semana Santa.

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