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Nigeriana y rociera

Gloria Peter Ekereuwem será la primera mujer negra en entrar en El Rocío como hermana mayor de una hermandad. Enfundada en su traje de gitana y empuñando la vara dorada, esta nigeriana se pondrá al frente de la filial de Chucena

el 13 may 2014 / 22:49 h.

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15738374Se llama Gloria Peter Ekereuwem, aunque su nombre de bautizo rociero es el de lirio de las marismas. Esta nigeriana, afincada desde hace 30 años en Sevilla, será la primera mujer de raza negra en entrar en El Rocío como hermana mayor de una hermandad filial. «Ya estoy ensayando los vivas. Espero que los nervios no me jueguen una mala pasada». Será con la hermandad de Chucena, la número 90 entre las filiales rocieras. Procedente de Eket, un pueblo al sur de Nigeria, Gloria arribó hace 30 años a Sevilla con un permiso de estudios y desde entonces solo vuelve al continente africano de visita. «Vine por tres años para estudiar. Ahora cada vez que vuelvo a mi país para ver a mi familia echo de menos España. Me falta el olor a tortilla de patatas, el aceite de oliva, el clima... Hago tortillas de patatas allí y no me salen igual». Fundadora y presidenta de la asociación Mujeres Entre Mundos y una de las líderes de la Plataforma de Inmigrantes de Andalucía, Gloria se ganó la vida al comienzo en España trabajando como cuidadora de niños y personas mayores y, a veces, también como camarera. «Lo que pillaba para trabajar y obtener el permiso de residencia». Realizó cursos de comunicación y se formó como mediadora intercultural, lo que le abrió la puerta a trabajar en varias empresas de comunicación, caso de Canal Sur Radio o Televisión Española, donde colaboró en el programa Con todos los acentos. Actualmente, es colaboradora en el programa de la cadena SER Espacio de encuentro. 15738369Con dos hijos veinteañeros nacidos en Sevilla, Gloria empezó a sentir la atracción por la Virgen del Rocío hace ya más de 15 años cuando, camino de Matalascañas, veía cómo todos los coches hacían parada en esa portentosa ermita de blanca fachada que se alzaba junto a la marisma. «Era como una necesidad. Cada vez que iba a la playa tenía que parar ahí». Un día fue invitada por unos amigos al Rocío en las fechas de la Candelaria y poco a poco fue rindiéndose al embrujo de la aldea almonteña. Sin embargo, no fue hasta 2009 cuando terminó enamorándose del Rocío y de su romería al ser invitada a hacer el camino por primera vez con la hermandad de Chucena. «Fue una experiencia única. Mucha gente cree que El Rocío es solo para divertirse, para vagar o para emborracharse, y no es así. Se vive de verdad un auténtico ambiente de hermandad y experiencias que hacen del Rocío un espacio de encuentro, donde nadie te mira por tener otra etnia, otra cultura u otro color. La gente desconoce el trabajo que hay detrás a lo largo de todo un año de asistencia a los cultos, de organizar rifas para eventos, de participar de la convivencia diaria...». Detrás de la carreta como una peregrina más nacieron sus vínculos con la hermandad del Rocío de Chucena, en la que terminó inscribiéndose como hermana «sin más impedimentos». «Lo más gracioso de aquel camino es que todo el mundo me ofrecía pescado, tortilla de patatas y queso, pero nadie me ponía jamón». Interferencias religiosas. Poco antes de la Romería del año pasado se llevó una de las mayores sorpresas de su vida cuando el presidente de la hermandad le comunicó que ella sería la hermana mayor al año siguiente. «Eres parte de nosotros, me dijo. Creí que era broma y le preguntaba una y otra vez si estaban seguros de lo que hacían». Tan sorprendida como ella están aún su madre y sus hermanos, hermanas, sobrinos, primos y amigos de la infancia que quedaron en Nigeria. «¿Pero cómo es posible que te hayan elegido a ti para una cosa que no es de tu país?, se pregunta una y otra vez mi madre». La respuesta es difícil hasta para la protagonista: «No lo sé. Se ve que Ella me ha llamado. Quiere que sea una negra la que vaya a verla. Para la Virgen no hay fronteras», concluye Gloria al tiempo que dicta, casi sin saberlo, todo un tratado de teología de la devoción rociera. Será el 5 de junio, el jueves previo al domingo de Pentecostés, cuando Gloria se enfunde en su traje de flamenca, empuñe la vara de hermana mayor y se ponga al frente de la comitiva de rocieros chuceneros que se presentará ante la Virgen solo un día después, la tarde del viernes 6 de junio. A ella no la verán ir montada a caballo. «Soy africana, mejor andando», pero sí la verán armándose de valor para lanzar al aire con fuerza esa retahíla de vivas protocolarios a la Virgen del Rocío, a la Blanca Paloma, a la Madre de Dios, a la Reina de las Marismas, al Pastorcito Divino, a la hermandad Matriz de Almonte y a la que la ha acogido como una romera más. Desde que fue elegida como hermana mayor del Rocío de Chucena, esta nigeriana –aún conserva su nacionalidad, ya que este país no posee convenios de colaboración con España– ya ha participado como tal en varios cultos y en las fiestas del pueblo. E incluso asistió hace unas semanas en Almonte a la asamblea general de hermandades que organiza la Matriz. «Creí que iba a tener un rechazo enorme y me entró el pánico. Pero la realidad es que todo el mundo me recibió con los brazos abiertos». Para Peter Ekereuwen no hay mejor escuela que la del Rocío para aprender valores como la convivencia y la interculturalidad. «Allí no importa de dónde venimos. Todos somos iguales, hermanos y hermanas a los que nos guía una sola cosa: ver a la Virgen». Y apelando a la paz que se vive en la aldea almonteña desea: «Ojalá todos los 365 días del año pueda ser Rocío».

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