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No eres como tu padre

842 menores, un 15% más que en 2012, recibieron el pasado año tratamiento psicológico para superar el trauma de convivir con agresores. El programa llega ahora a los pueblos.

el 21 ene 2014 / 23:40 h.

psicologas Psicólogas de Acción Social por la Igualdad en Sevilla. Nueve mujeres conversan en torno a una mesa llena de papeles y móviles. Son psicólogas de la asociación Acción Social por la Igualdad y responsables de un programa pionero sufragado por el Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) dedicado a atender y ayudar a menores, de 6 a 17 años, cuyas madres hayan sido víctimas de violencia de género. Por sus manos pasaron el pasado año 842 niños y niñas, un 15% más que en 2012, y 604 madres. 5.749 terapias contra problemas de autoestima, ira, irritabilidad, agresividad, falta de control y otros trastornos graves de comportamiento consecuencia directa del trauma que supone ser testigo directo de la violencia en casa o incluso vivir las agresiones en carne propia. Ambos golpes, subrayan las expertas, tienen casi los mismos efectos. Los agresores son sus padres o segundas parejas de sus madres. Para entrar a formar parte de este programa la mujer ha tenido que interrumpir la convivencia con el agresor y haber iniciado la separación, haya o no denuncia. “Es una situación desgarradora. Hay secuelas. La vivencia del sufrimiento no debería existir en la infancia”, apunta una de las psicólogas. La Junta de Andalucía, que destina en su presupuesto 61.000 euros para esta iniciativa, va a extenderla a las zonas rurales. Hasta ahora solo se prestaba este servicio en las capitales y, de forma gradual, se irá llevando a los pueblos. Las psicólogas confirman que muchas madres interrumpían la terapia, que dura seis meses más dos de seguimiento y que obliga a acudir al especialista cada quince días o una vez a la semana, por falta de medios. Muchas no tienen medio para desplazarse con sus hijos y no pueden pagar un autobús. La directora del IAM, Silvia Oñate, explica que se trata de extender este programa, que existe desde 2009, a las zonas rurales tras poner en marcha una primera fase de detección de necesidades, comenzando por aquellos municipios donde haya una mayor demanda. Se implantarán 800 horas más de atención individualizada para que las psicólogas puedan atender en los pueblos. ¿Sigue siendo la violencia machista una lacra más oculta en las zonas rurales? Oñate insiste en que “la violencia de género es un problema absolutamente complejo” y que no hay “un perfil determinado” pero admite la necesidad de acercar los recursos a zonas donde no hay tantas facilidades. protocoloEn este programa solo trabajan mujeres, diez, una por provincia y dos con tareas de coordinación. No hay veto para los psicólogos sino que es casi “una selección natural”. Tradicionalmente son ellas las que han mostrado más interes por trabajar “con enfoque de género”. Tratar a menores que tienen serios problemas para expresar sus sentimientos es complicado. “Depende de cada niño o niña”, insisten. No quieren clichés ni estereotipos. No hay un retrato robot. Muchos pinchan en la escuela. Otros se refugian en los libros y tienen expedientes académicos brillantes. No responden a una clase social ni todos manifiestan de la misma forma su condición de víctimas. Tampoco se puede afirmar categóricamente que el maltrato es una conducta aprendida: ni los hijos de maltratadores están condenados a serlo en el futuro ni las hijas serán posiblemente víctimas. “Sí es verdad que en muchos casos normalizan la violencia, es lo que ven en su casa, por eso son tan agresivos”, inciden. Pero no están ni mucho menos condenados a reproducirla. “Es muy importante el papel de la madre”, apunta una experta. “Se aprenden modelos, es más probable, pero no podemos reproducir el estereotipo”, añade otra compañera. “Depende de la familia, no hay una relación causa-efecto”, apostilla otra. Muchas veces las propias madres contribuyen a adjudicar los roles. Si el niño es violento repiten eso de “eres igual que tu padre”. Es un error. A veces el hermano mayor se convierte en agresor del pequeño o son las niñas las que responden con un papel violento y los niños son más sumisos, explican. Se trabaja con la familia, a veces incluso con los abuelos. Lo más importante, insisten, es reconstruir las relaciones en el seno de la unidad familiar y “empoderar” a la madre para que vuelva a tomar las riendas de la casa y se recuperen relaciones “sanas”. La mayoría de estas mujeres han perdido su autoridad. Se dibuja, se juega, se utilizan cuentos, se improvisa, se utilizan marionetas, se hacen teatros para analizar el rol de cada miembro de la familia... Todo vale para acercarse al menor. Y sí, “el trauma se supera”, insisten al unísono. Es el principal mensaje que quieren trasladar.

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