El presidente de la Junta y secretario general del PSOE-A, José Antonio Griñán, se abrió camino ayer a empujones, cercado por las cámaras, hasta lograr entrar en la sala de prensa habilitada en el hotel Renacimiento de Sevilla. Llevaba los ojos rojos y la cara de un niño de 65 años. "No voy a hacer las maletas", dijo, sonriente, al pasar junto a los periodistas que le han seguido en caravana durante los 15 días de campaña. Fue un gesto orgulloso e irrefrenable, muy del presidente. Griñán llevaba más de un año escuchando que tendría que hacer la mudanza del socialismo andaluz después de 32 años en el poder. Pero ahí estaba, avanzando hacia el atril jaleado por los gritos de ¡presidente, presidente!, abrazos, risas histéricas y las lágrimas emocionadas de dos ilustres predecesores, José Luis Rodríguez de la Borbolla y Manuel Chaves.
El líder del PSOE llegó al atril como levitando y soltó otra de las frases que más le apetecía decir: "No era optimismo. Hemos vuelto a darle la vuelta a las encuestas". Los sondeos habían terminado deprimiendo por completo a los socialistas, hartos de ver pasar una y otra encuesta vaticinando una victoria popular sin precedentes. Así que al cierre de los colegios electorales, el hotel Renacimiento se parecía más a El Algarrobico, desierto, desahuciado y abandonado, como una metáfora del partido. Y en cuanto el escrutinio fue amarrándole un pie al PP, incapaz de pasar de los 50 diputados, la gente empezó a aparecer y los pasillos fueron llenándose de amigos y adictos a la victoria contra pronóstico. En pocos minutos empezarían los coros: ¡Arenas dimisión, Arenas dimisión!, ¡Arenas, a Laponia, Arenas a Laponia!, ¡Arenas a Madrid, a trabajar en Telefónica! Los diputados, alcaldes, concejales y miembros del Gobierno se soltaron las ataduras de contención y estalló la euforia cuando la consejera de Presidencia, Mar Moreno, anunció que no habría mayorías absolutas. Entonces empezaron los abrazos y un insigne y lenguaraz diputado socialista, veterano de veteranos, se acercó al oído de un compañero: "Ya está, ya ha fallecido, ahora no te pierdas mañana el entierro", dijo señalando a un Arenas petrificado en la televisión.
Ayer el PP ganó las elecciones andaluzas por primera vez en la historia. ¿Y qué? Los militantes y simpatizantes socialistas se lo oyeron decir a Javier Arenas pasadas las 22.00 horas, y todos le respondieron gritándole al televisor: ¡Enhorabuena, enhorabuena campeón! Griñán también le telefoneó para felicitarle, y a Diego Valderas, coordinador regional de IU, "por haber logrado un excelente resultado". Los socialistas han perdido nueve diputados (de 56 a 47), pero en número de votos son apenas 80.000 menos que en las elecciones de 2008 y casi 50.000 menos que los del PP. "Casi hemos obtenido los mismos votos que el partido más votado", explicó Griñán, congratulándose por la imbatibilidad de Jaén, Huelva y Sevilla, y por la recuperación de apoyos en Málaga.
Hubo baja participación (62%), pero más que en las últimas elecciones andaluzas en solitario (1990). Había un 25% de indecisos, y Manolo Gracia, veterano diputado andaluz desde el 82, estaba ayer convencido de que ahí había "mucho voto oculto".
Nadie daba crédito ayer, nadie entre los socialistas ni entre los periodistas con más años de experiencia. Todo el mundo quería una explicación racional, pero, ¿la había? "No es la economía, es el PP", decía un exdiputado de Sevilla. Es el PP y su líder, Javier Arenas, lo que impide desarraigar al PSOE del poder en Andalucía después de 32 años gobernando, acorralado por la tasa más alta de paro del país (31%) y por uno de los mayores escándalos de corrupción del país (caso ERE). Otros pensaban justo lo contrario, que no es la crisis ni la crisis interna del partido ni la corrupción. Es el PSOE la única explicación de una derrota tan victoriosa como ésta. "Era la tormenta perfecta, pero es que este partido en Andalucía es muy especial. No hay una explicación científica", decía Gracia. "Ha sido la campaña más dura", se quejaba Griñán, orgulloso de haber aguantado en pie el golpe del tsunami azul. "Este partido en los retos difíciles se crece. Éste es un partido increíble, por eso tiene tantos años, porque nunca se arruga. Recuerdo ahora a un militante que se habría fundido en un abrazo conmigo, Alfonso Perales", añadió.
Muchos creían ayer que es el mismo PSOE lo que explica lo inexplicable, un partido que después de tantos años se confunde con la propia Andalucía. "Es que Andalucía no quiere al PP, no quiere al PP. No es algo tan pensado como el miedo a que se carguen el Estado de Bienestar, ni las medidas de Rajoy, es que a los andaluces no les encaja la derecha en esta tierra", se explicaban dos militantes. Los andaluces "han votado mayoritariamente las políticas de izquierdas", concluyó Griñán. El 70% del voto ha ido a parar al PSOE o a IU, que ha duplicado el número de diputados (de 6 a 12).
Ha habido un cambio de ciclo político, pero no el que pronosticaba Arenas. El socialismo andaluz se queda para jugar un papel discrepante con el Gobierno del PP, en nuevo tiempo político en el que a los ciudadanos se les da a elegir entre un puesto de trabajo o unos derechos y unas garantías consolidadas como trabajador, que ahora se ven más como una amenaza para la estabilidad económica del país, que como un avance democrático.