De nuevo, los índices de participación de estas elecciones demuestran un comportamiento estable de los ciudadanos que sabe distinguir el interés real que tiene para ellos cada consulta.
Hubiera sido deseable una participación mayor pero los españoles han vuelto a hacer, más o menos, lo mismo que en las pasadas elecciones. Estas elecciones no han sido percibidas por la ciudadanía como unas primarias determinantes del futuro gobierno de España. Los electores no se han quedado en su casa para castigar al Gobierno ni los votantes conservadores han acudido a las urnas con el mismo objetivo, al menos, no en el número suficiente para que sus líderes puedan sacar ventaja en clave interna a cuenta de unas elecciones en que se pregunta por otra cosa.
Por si nos quedaba duda, la inteligencia colectiva de los españoles se ha alzado con claridad sobre las mezquindades de la confrontación política. Vuelven a decirles a los dirigentes políticos que por ahí no quieren ir. Que es inútil chillar amenazando con males sin cuento si se vota a uno u otro. Y han sentenciado con la alta abstención que siguen sin estar interesados en este tipo de elecciones.
Los resultados por esperados dejan todo como estaba. El mapa político español no se ha movido de forma significativa como para alterar el equilibrio político en España y mucho menos en Andalucía.
