Cultura

'No pasaré a la Historia y me importa un pepino'

Lleva doce años sin hacer promoción. Con 25 millones de ejemplares vendidos, se siente por encima de las miserias literarias, pero sigue publicando. Coltan, la última novela de Alberto Vázquez-Figueroa, especula con un valioso mineral que puede desatar una crisis de proporciones insospechadas.

el 15 sep 2009 / 07:24 h.

Lleva doce años sin hacer promoción. Con 25 millones de ejemplares vendidos, se siente por encima de las miserias literarias, pero sigue publicando. Coltan, la última novela de Alberto Vázquez-Figueroa, especula con un valioso mineral que puede desatar una crisis de proporciones insospechadas.

"A mi mujer le encanta Sevilla. Me lleva siempre de tablaos y me tiene toda la noche de aquí para allá". Vázquez-Figueroa (Santa Cruz de Tenerife, 1936) liba de su puro y se arrellana en el sofá. Es uno de los grandes best-sellers españoles, pero nunca ha gozado del beneplácito de las academias. "A los críticos y los catedráticos, ni los trato ni me interesan. El mundo literario tiene la mala costumbre de las camarillas, se pierde por un premio. A mí me han ofrecido muchas veces el Planeta y siempre me he negado. De cien millones, el primer día Hacienda se lleva 56, y todo es un adelanto, de modo que para ver un duro tienes que vender no sé cuánto. En cuanto a la crítica, o te machaca hasta la muerte o te alaba sin sentido. Hace años que no las leo", asevera.

65 títulos conforman su obra. El último de ellos, Coltan, que recibe su título de un mineral cuyos yacimientos se encuentran sobre todo en el Congo, y que resulta fundamental para el funcionamiento de aparatos como móviles, ordenadores o pantallas. Este preciado elemento desatará una lucha mucho más encarnizada que la del petróleo.

Parece fantasía, pero Vázquez-Figueroa va en serio: "He preguntado a mucha gente por el coltan y nadie lo sabe. Y sin embargo, la mayoría de los cacharros que utilizan a diario funcionan con eso. Por cada litro de crudo que se consume en el mundo, se hacen ciento y pico llamadas de móvil. El mundo de las comunicaciones es más importante que el del petróleo. Las reservas conocidas son hoy tres y cuatro veces superiores a las que había hace 20 años, cuando los expertos del Club de Roma dijeron que en 2004 no quedaría una gota de petróleo".

Éste es el punto de partida de una trama que conducirá al lector por Estados Unidos, Brasil, Congo o Cuba, todos ellos escenarios familiares para el autor. "Yo no escribo sobre nada que no conozco. He vivido 21 años en África, 14 en Sudán, dos en la Polinesia, y he pasado varios navegando. De Noruega, como usted comprenderá, no puedo escribir más que sobre una nieta preciosa que tengo allí. Eso es lo que sé de Noruega, y que hace un frío de cojones".

Desolación. Volviendo a Coltan, siempre podrá gustar más o menos la escritura de Vázquez-Figueroa, pero de lo que no hay duda es de que sabe enganchar. "Yo quiero que el lector, desde la primera página, quiera saber lo que pasa. Que disfrute, que haya intriga, acción, misterio, y que a la vez descubra cosas que no sabía. Pero esas cosas no se las puedes brindar con didáctica, sino envueltas en una píldora como algo excitante. Así, cuando termine la novela estará deseando saber cómo acaba, pero a la vez le dará pena que se termine", agrega el novelista.

En los últimos años, Alberto Vázquez-Figueroa ha volcado buena parte de su tiempo y de su esfuerzo como inventor en tareas de ingeniería. Su obsesión es dar con un sistema de desalación eficaz y barata del agua marina, y a juzgar por su entusiasmo parece haber dado ya con el secreto. "No voy a pasar a la Historia de la Literatura, y me importa un pepino. Igual perdura algún libro mío, Tuareg, o Ébano, pero nadie ha salvado la vida por leer un libro, ni mío ni de nadie. Sin embargo, cada día mueren 25.000 personas por falta de agua. Si consigo que sean menos, mi paso por la vida habrá tenido sentido. Los libros me han dado satisfacciones, sí, y dinero, pero todo me lo he gastado", asegura el tinerfeño.

Pero sabe que, como en las ficciones de sus novelas, en la vida real también le acechan inflexibles enemigos: "El gobierno español ha hecho estudios al respecto, pero se enfrenta a los intereses en torno al agua. Si pasa a ser un bien barato y abundante, no vale. Con la subida del petróleo, la desalación tradicional ha pasado de 52 a 65 céntimos el metro cúbico, y cuanto más caro sea el coste del agua, mayor beneficio empresarial. Es una trampa que el Gobierno permite, y aún tendremos que ver cómo la subida va a recaer sobre los agricultores, esto es, sobre el precio de los alimentos", apostilla.

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