"No pido limosnas, sólo quiero que paguen lo que nos deben"

Una viuda exige que el Ayuntamiento de Huévar del Aljarafe le abone las nóminas atrasadas de su difunto marido, que era Policía Local.

el 11 sep 2010 / 20:17 h.

Isabel Serrano sujeta la foto de su marido, fallecido el pasado 26 de junio.

Isabel Serrano sujeta la foto de su marido, Bernardo, mientras se enjuga las lágrimas con un pañuelo. Ya han pasado cerca de tres meses desde que el esposo, un policía local de Huévar del Aljarafe, falleció víctima de un cáncer, pero esta viuda no ha recibido ni un solo euro de las nóminas que le adeudan a su marido desde diciembre. "No quiero limosna, sólo que el Ayuntamiento pague las nóminas que le deben a mi esposo", explica Isabel, que asegura que, por no recibir, no ha recibido ni una llamada de nadie del equipo de gobierno municipal.

Y es que Isabel pertenece a una de las 170 familias que sufren en sus carnes la crisis en el Ayuntamiento de Huévar, que arrastra retrasos en las nóminas desde el año 2007. "Al principio eran uno o dos meses de retraso, pero en diciembre se cortó el grifo", indica la viuda, a la que le ha llegado el rumor de que no empezarán a soltar dinero hasta diciembre, justo un año después del último pago.

El clima no es bueno. Mientras una trabajadora se encadenó a la puerta del ayuntamiento y otra le prendió fuego a un despacho municipal, Isabel ha optado por contar su historia y la de su marido, que diez días antes de morir cumplió 34 años de servicio en la Policía Local.

Subsiste con la pensión de viudedad y una paga por invalidez de 309 euros. Eso le permite salir de los gastos de supervivencia, es decir, la comida y lo imprescindible para ella y dos de sus cinco hijos, que viven en casa pero que no aportan salario alguno porque se encuentran en el paro. Además, es la madre la que se encarga de pagarles "el sello para que puedan ir a la campaña de la aceituna". Así salva el día a día, pero no los préstamos o el pago de la luz o el agua. Tanto que recurrió a amigos y familiares para que le prestaran algo de dinero para no le cortaran el suministro. El problema está en que si no le pagan, nunca podrá "salir de las trampas" que tiene y que podría asumir con las nóminas atrasadas de su difunto marido.

Mientras unos -el Consistorio- ultima su plan de ajuste económico y otros -el comité- reclama las deudas, Isabel se plantea una lucha en solitario. "Esta batalla la estoy llevando por lo mío, mi familia, y si mi insistencia beneficia el resto y también les pagan lo atrasado, mejor", reconoce, a la vez que confiesa que se siente molesta cuando algunos vecinos le proponen vender sus joyas de oro para evitar estar en una situación tan precaria. Ante las críticas, Isabel se rebela y contesta que, aunque son recuerdos familiares, "no dudaría en venderlos si mi familia estuviera mal por mi mala gestión". "Pero la culpa es de otros, no mía", añade.

De todos modos, podría hacer poco más de lo que ya se esfuerza. Su invalidez le viene de unos ataques epilépticos que sufre y a los que se le ha sumado una descalcificación en la cadera que la tienen postrada en el sillón del salón casi todo el día. A la espera de que un día llegue el esperado cheque. Mientras, al menos, se despide con alegría: "Aquí tenéis vuestra casa para lo que queráis... menos para pedir dinero".

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