La líder opositotora birmana y Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi, a sus 64 años, seguirá siendo el símbolo de la opresión del pueblo de Birmania (Myanmar), bajo una dictadura militar desde 1962.
Suu Kyi fue procesada hace dos meses por haber acogido en su casa al ciudadano estadounidense John William Yettaw, cuya intrusión dio a los generales birmanos un nuevo pretexto para encarcelar a su mayor enemiga apenas unos días antes de que expirara su último periodo de arresto domiciliario.
Con la sentencia de ayer, Birmania vuelve a enjaular a su mártir más conocida, que lleva décadas siendo la piedra en el zapato del régimen, al ser la figura más visible de la oposición desde que en 1991 ganase el premio Nobel de la Paz por su lucha pacífica en favor de la democracia y los derechos humanos. En este tiempo, la causa birmana ha logrado cierta repercusión internacional gracias al rostro de la menuda Suu Kyi serigrafiado en las camisetas de los jóvenes occidentales junto a frases como "usen su libertad para promover la nuestra" y a las peticiones de libertad por parte de celebridades mundiales como Bono, líder del grupo musical U2.