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Nos debían un Martes así

el 15 sep 2009 / 01:58 h.

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Esta vez sí. Un año después, la ciudad disfrutó de un Martes Santo pleno de cofradías sin necesidad de mirar mucho de reojo al cielo. Las ocho cofradías de la jornada cumplieron felizmente sus estaciones de penitencia, sacándose la espinita de un Martes negro donde sólo San Esteban completó su recorrido.

Esta Semana Santa invernal, tan prematura en el calendario, está escapando de momento a la garras del agua. La de ayer fue la jornada con mayores incertidumbres de las tres vividas hasta ahora, con un cielo a ratos primaveral, a ratos algo encapotado; un simple adelanto de los sobresaltos que los mapas anuncian para las próximas horas.

Los primeros en sacudirse el amargo recuerdo del año pasado fueron los vecinos del Cerro. Vivir a pie de bulla una mañana de Martes Santo en este arrabal con sabor a pueblo es de esas sensaciones que todo cofrade debería probar alguna vez en su vida.

El barrio en manifestación sale a la calle para arropar a sus titulares en un éxodo conjunto, de barrio y cofradía, hasta la tierra prometida de la Campana. Es día de comercios cerrados en el barrio, de abuelas con bastón que sacan las sillas a las puertas de sus casas, de balcones repletos y de alegría contagiosa reflejada en las miradas de la muchedumbre.

Y se aplaude cada levantá, cada arriá, cada saeta o cada marcha. Y se desatan las emociones y se derraman muchas lágrimas. Dice Angustias, una de las habituales en esta salida, a la que su marido trajo a las ocho de la mañana para coger sitio, que esto se vive aquí así porque en El Cerro hay "gente buena, mucha alegría y mucha fe". "La gente del Cerro somos muy católicos", dice sencilla.

Y aprovecha el micrófono que le brinda Charo Padilla para lanzar un beso a su hermano que está ingresado: "Pepe, que estoy viendo la Virgue...". Y mientras bisbisea sus oraciones, Angustias, como el barrio todo, dicta la mejor lección de teología popular y de cariño a unos titulares.

Y Alberto Tena, el párroco que lleva tantos años en el Cerro que ya casi ha perdido la cuenta, reivindica el patronazgo de la Virgen de los Dolores como "seña de identidad del barrio". Y Reguera coge el martillo y dedica la salida del misterio a la Hermandad del Cachorro, que regaló en su día la pila bautismal de la parroquia, por eso "siempre que se bautice alguien en el Cerro, parte de su corazón pasa por Triana". Y sale la Virgen. Y la gente se deja las manos aplaudiendo. Y hasta al más imparcial de los testigos le resulta difícil sustraerse de esta catarsis emocional. A ver si esto es o no es de pregón.

Por eso, a más de uno que asistió ayer por vez primera a esta eclosión de sensaciones en el Cerro, le daban ganas de suscribir de pe a pa las palabras del pregonero: Después de este ratito de llorar tan bueno, "ustedes dirán qué se debe aquí".

Los Javieres mete savia nueva en el cortejo. Para evitar la diáspora a otras cofradías, la corporación de Omnium Sanctorum incorporó ayer por vez primera un tramo infantil con nazarenos de 9 a 14 años. La canastilla que labrara Guzmán Bejarano para el Cristo de las Almas luce un crespón de luto por José de la Calle, fundador y hermano de honor de la corporación.

Sobrecoge el cimbreo de la cruz en cada levantá, y el cabeceo del madero por el paso largo y racheao que le imprime la cuadrilla. Una monja profesa de las Hermanas de la Cruz llamó al paso del Crucificado en su tránsito por el convento de Santa Ángela. "Hemos llegado a las puertas del cielo. No he visto a más angelitos juntos en mi vida", pregona Rafael Díaz Palacios a sus costaleros. El de Gracia y Amparo es un palio adornado habitualmente con rosas que este año, por aquello de que el clavel es cada vez más exótico, luce precisamente claveles.

San Esteban sigue arrastrando la fama de sus míticas salidas. Antes de las diez de la mañana ya hay gente apostada frente a la ojiva con sillas plegables y de bastón. Seis horas apostados en medio metro cuadrado para ser testigos de la cruenta batalla que se desata cada año entre la piedra y la plata. El misterio luce unas rosas rojas muy abiertas que llaman la atención.

Tras la desvinculación voluntaria de los Victorio y Lucchino como vestidores del paso, recuperan sus vestimentas tradicionales las figuras secundarias, a las que los costaleros han regalado algunos complementos. El transcurrir del paso de misterio por la Campana pasa casi inadvertido. Se acabaron las alharacas bajo los faldones. Siempre de frente, mandan los Ariza. En el palio, adornado con rosas de color hueso en fanales cónicos, luce esplendorosa la nueva gloria con la imagen de la Virgen del Rocío. Los sones del Himno de Valencia acompasan las primeras mecidas de la Virgen de los Desamparados aún en el interior de la iglesia.

El Cristo de la Buena Muerte de Los Estudiantes hunde su cruz en una compacta colina de lirios morados. Los nazarenos de negro ruan de Los Estudiantes discurren por el interior de la Lonja Universitaria sobre una alfombra para evitar salpicar de cera el empedrado del Rectorado (los de Santa Genoveva lo hicieron el Lunes con los cirios apagados).

Con luz natural llega todavía a la Campana el Crucificado de Juan de Mesa después de sortear las catenarias de la Plaza Nueva dando un rodeo por Méndez Núñez y la Plaza de la Magdalena. La cofradía universitaria es un vivero de monaguillos y un reguero de penitentes: 420 cruces de tres en fondo detrás del Cristo. Con el estreno del manto y ahora del faldón delantero del paso, el prodigioso conjunto que diseñó Joaquín Castilla para el palio de la Virgen de la Angustia va tomando cuerpo definitivo. ¿De qué color eran las rosas del palio? Pregúntenle al prioste.

Casi en manifestación, dispuestas de tres en fondo, llegan las capas blancas almidonadas de San Benito a la Campana. La entrada en Carrera Oficial del Pilato de la Calzada es uno de los momentos más esperados por los abonados de las sillas. Sones clásicos de agrupación musical, con marchas como Perdona a tu pueblo, Salve Marinera o Costalero, acompañados de una coreografía elegante y suave de la cuadrilla elevan el pulso emocional de la Campana en una noche propicia para rescatar el abrigo del armario.

Tras el Cristo de la Sangre, que este año luce potencias, sobresalen los nuevos uniformes grises de la banda de cornetas y tambores de la hermandad, inspirado en el de gala de la antigua Policía Armada. Desde los fastos de su coronación hacía que la Virgen de la Encarnación no lucía una composición floral de rosas. Se cumplen diez años de la muerte de Alberto Jiménez Becerril y la cofradía quiso rendir homenaje a su recuerdo levantando a pulso cada uno de los pasos ante la representación municipal de la Plaza de San Francisco. Se hizo el silencio en la plaza. Los hijos de Alberto y Ascen entregaron sendos ramos florales a la cofradía de sus progenitores.

Al Nazareno de San Nicolás le han despojado este año de la soga que en los últimas Semanas Santas rodeaba su cuello. El palio de la Candelaria luce un original exorno floral con frecsias, bugardias y rosas en las jarritas delanteras y con azucenas en las laterales. Suena Pasan los Campanilleros en la Campana para la dolorosa de San Nicolás.

El Dulce Nombre ha eliminado las antepresidencias de ambos pasos. Anás, los dos sacerdotes y el falso acusador estrenan ropajes en el misterio. Para la dolorosa más hermosa de Castillo suena a la salida de San Lorenzo un estreno musical: La Gracia de Sevilla bajo palio, de Juan Velázquez.

Santa Cruz cierra una jornada sin retrasos recordando en su salida al militar sevillano Germán Pérez Burgos, costalero de la Virgen de los Dolores fallecido en atentado terrotista en Afganistán. Detalle de priostía: las flores de las jarritas delanteras se cambian todos los años. Las de este año son boubardias. El Martes Santo, éste sí, es ya historia.

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