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Nuestra patria chica

El concepto de patria chica lo llevamos metido, pero que muy metido, los sevillanos en el corazón y hasta puede que fuéramos nosotros quienes sugerimos a ese rondeño de adopción que fue Reiner Maria Rilke aquello de "mi patria es mi infancia".

el 15 sep 2009 / 02:49 h.

El concepto de patria chica lo llevamos metido, pero que muy metido, los sevillanos en el corazón y hasta puede que fuéramos nosotros quienes sugerimos a ese rondeño de adopción que fue Reiner Maria Rilke aquello de "mi patria es mi infancia". En cuanto llegan los días señalados del año, como si hubiéramos inventado la magdalena de Proust, nos ponemos sentimentales porque se nos viene a la pituitaria el olor de la iglesia del barrio en pascua florida, el de la manzanilla en el albero de la caseta y vaya usted a saber qué cosas más. Fundimos en nuestro cerebro las más inverosímiles asociaciones de ideas, recordamos el color de las primaveras más nebulosas, volvemos a escuchar con los sones del alma arpegios perdidos. Somos el ultraísmo hecho carne. Amamos a nuestra patria chica por encima de todas las cosas, como si fuera el primer mandamiento de una religión aún por descubrir por el común de los mortales. Por eso no nos inmutamos ante la paradoja de que el AVE ponga 20.000 plazas más para la Feria mientras aquí nos tiramos la chulada de hacerla sin autobuses urbanos, igual que protestamos contra los toros más que los de Barcelona aunque allí no sean más que un espectáculo y aquí un ecosistema. Nosotros hacemos todo eso, no por dinero sino para que el mundo vea lo que queremos a Sevilla, nuestra patria chica. Para que vea que, cuanto más chica, la queremos más.

Antonio Zoido es escritor e historiador

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