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Nunca cierres los ojos

Son casi ciegos, y estos son sus cuadros. En el taller de pintura de la ONCE, una pincelada tras otra, han aprendido que hay muchas formas de mirar y de ser feliz.

el 20 ene 2011 / 07:00 h.

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Si tiene la fortuna de charlar tranquilamente con un ciego, acabará agradeciendo que éste no pueda ver el rubor de su piel. Sucede siempre, haga la prueba. Hay algo sublime en su actitud, algo sutil, olvidado, que avergüenza a quien sí ve.

Oficialmente, son disminuidos físicos; extraoficialmente, son aumentados emocionales, si se pudiera decir así. Es más que afán de superación; es rehumanización, regreso a los verdaderos valores y principios ennoblecedores de la condición humana, y que ellos recuperaron unidos, gracias a la ONCE, cuando la enfermedad empezó a privarles de la vista: el amor, la amistad, la sencillez, la humildad, la alegría...

Son una lección permanente de dignidad. Pues imagínese el privilegio de charlar no ya con ciegos, sino con ciegos del taller de pintura y mosaico de la ONCE que han cogido unas 50 obras, las han llevado a la calle Sierpes y han montado una exposición en el Mercantil.

Lo más sobrecogedor, aparte de la maravilla de que pinten, es lo coincidente de sus relatos. Sus historias de muerte y resurrección son casi idénticas. Cada uno le arrima su propia mezcla de dulzura y rotundidad. Pilar Martín cuenta que ella cosía de noche, era modista. "Eso de dejar de ver fue terrorífico. Pero fue entrar en la ONCE y mira, el ánimo hizo así (gesticula con las manos el movimiento de un surtidor). Fue igual que un candil cuando le echan aceite. Un candil, qué antigua soy, ja, ja. Encontré allí una familia". Loli Sánchez no quería salir, le daba miedo. Aurora Barrera rechazó ir al psicólogo: "Yo no necesitaba su ayuda, sino mi propia ayuda."

José Ramón Olózaga, de 81 años, antiguo carpintero y árbitro de baloncesto (le pitó al Madrid de Corbalán, nada menos) lo cuenta así: "Yo me desperté en el 90 y le dije a mi señora: Esperanza, enciéndeme la luz, que no veo, y ella me dijo que ya estaba encendida. Me hicieron cuatro operaciones para nada. Me llevé un año sentado en un rincón, llorando. Hasta que apareció la ONCE. Ellos me han hecho un hombre." Será que son artistas, pues como dice Eulalia Conde, "el artista, hasta que no cierra los ojos, no para de luchar para ser uno mismo". He aquí a unos cuantos pintores que no los han cerrado. Admírelos por ello.

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