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Obama llama a ex asesores de Bill Clinton para formar su gabinete

Terminada la fiesta, aunque aún de resaca electoral, llega el momento de ponerse a trabajar. El presidente electo de EEUU, Barack Obama, puso el jueves en marcha la transición al Gobierno que asumirá el 20 de enero y formó un gabinete en el que incluyó a varios ex colaboradores de Bill Clinton.

el 15 sep 2009 / 18:00 h.

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Terminada la fiesta, aunque aún de resaca electoral, llega el momento de ponerse a trabajar. El presidente electo de EEUU, Barack Obama, puso el jueves en marcha la transición al Gobierno que asumirá el 20 de enero y formó un gabinete en el que incluyó a varios ex colaboradores de Bill Clinton.

"Ésta es la primera transición tiempos de guerra en cuatro décadas. Todos queremos asegurarnos de que el próximo presidente pueda trabajar desde el primer día". Así lo expresó ayer George W. Bush, el presidente saliente de EEUU, y para ello trabaja ya el líder electo, Barack Obama.

Ayer mismo, el nuevo presidente ofreció el cargo de jefe de Gabinete de su Administración al líder demócrata en la Cámara de Representantes, Rahm Emanuel. Y Emanuel aceptó. Este ex asesor de Clinton, amigo personal de Obama, está considerado el artífice de la victoria de los demócratas en el Congreso en 2006. A sus 48 años, entre sus virtudes destaca además la de ser gran conocedor del funcionamiento interno del Congreso. Se caracteriza por un liderazgo de estilo directo y a veces brusco, que los republicanos han considerado en ocasiones excesivamente partidista. Obama también anunció al resto de su equipo de transición, del que formará parte el ex jefe de gabinete de la Casa Blanca John Podesta y los asesores de su campaña Valerie Jarret y Pete Rouse.

Los observadores dan por hecho que el que se convertirá en 44 presidente de EEUU designará con celeridad a su secretario de Defensa. De hecho, la campaña de Obama dejó caer que podría mantener en el cargo al actual responsable del Pentágono, Robert Gates. Nadie duda, tampoco, de que emergerá en breve un equipo económico, capitaneado por un secretario del Tesoro, cuyas tareas suscitan pocas envidias.

Entre los nombres que se barajan para el cargo está el del ex presidente de la Universidad de Harvard Lawrence Summers, quien ocupó ya ese puesto durante la presidencia de Clinton, así como el titular de la Reserva Federal de Nueva York, Timothy Geithner.

A ellos se suman el ex presidente de la Reserva Federal Paul Volcker y Robert Rubin, otro ex secretario del Tesoro y alto asesor de Citigroup.

Los demócratas quieren evitar a toda costa los errores que se atribuyen a Clinton, cuyos primeros 100 días en el poder se convirtieron en una pesadilla. La transición será tranquila o, al menos, así lo ha prometido Bush. Con ese objetivo, el republicano y el demócrata se reunirán la semana que viene, presumiblemente el lunes. Tratarán sobre la economía y las guerras abiertas en Irak y Afganistán.

Una transición sin incidentes, recordó ayer Bush, "es una de las marcas de la verdadera democracia". "Garantizar un traspaso de poderes sin incidentes será una de las prioridades en el tiempo de mandato que me resta", prometió. En los 75 días que quedan hasta que Obama jure el cargo, "debemos asegurarnos de que la nueva Administración puede ponerse en marcha de inmediato".

El primer secreto . Obama ya se ha puesto manos a la obra. Ayer se reunió con representantes de la CIA junto a Bush y recibió el primer informe secreto formal de los muchos a los que tendrá acceso como presidente de EEUU. Esta tarde dará su primera rueda de prensa como presidente electo tras reunirse con su flamante equipo económico.

El amplio margen de la victoria de Obama le concede una gran libertad para poner en práctica su programa, pero a la vez le impone la difícil obligación de estar a la altura de las expectativas. Es lo que en EEUU se conoce como "mandato". No todos los presidentes que llegan al poder lo tienen. Es necesario obtener una mayoría clara y preferentemente un porcentaje superior al 50% de los votos. Tan amplia ventaja exige una responsabilidad: volver a entusiasmar a un país decepcionado por ocho años catastróficos.

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