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Obra rotunda del bailaor de trapo Joaquín Grilo

Flamenco viene del Sur. Título de la obra: Leyenda personal. Artista invitado: Joaquín Grilo. Acompañantes: José Valencia y Carmen Grilo, cante; Pakito González, percusión; Juan Requena, guitarra; José Carmona, bajo y mandolina; y Los Mellis, palmas. Música: Vicente Amigo, Dorantes y Juan Requena. Lugar y fecha del concierto: Teatro Central de Sevilla, 29 de marzo de 2011.

el 30 mar 2011 / 10:34 h.

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El cantaor José Menese me dijo un día que te puedes fiar de quien tiene siempre presente a su madre, sea artista o una persona normal y corriente. El bailaor jerezano Joaquín Grilo no es una persona normal y corriente: es eso, bailaor, artista, un bailaor de flamenco que parece de trapo, al que se le caen los brazos y se le aflojan las piernas hasta el punto que parece que se va a caer sobre la tarima.

Cada vez que lo veo bailar me acuerdo de un bailaor callejero que malvivía por la Alameda de Hércules, mal vestido, siempre ebrio, de la familia de Miracielos. Adoro a Joaquín el Grilo y siempre he esperado de él algo grande, genial, definitivo. Leyenda personal, su última obra, que vimos y sentimos anoche en el Central, se acerca mucho a lo que llevaba tanto tiempo esperando de él.

En espectáculos anteriores se empeñaba siempre en que su baile prodigioso quedara al margen del guion y de la idea coreográfica. En cambio, en esta nueva obra es el baile, su portentosa manera de mover el cuerpo a compás, el que manda desde principio a fin, desde los originales tientos-tangos hasta las increíbles bulerías, donde el bailaor de trapo hizo cosas geniales, con ese sentido suyo de la fiesta flamenca que mezcla lo cómico con lo dramático. Hay una vieja letra por bulerías, que se me vino a la cabeza anoche viéndolo bailar este palo como lo hizo: La calle Cantarería/ es la calle de la pena/ que canta por bulerías.

El espectáculo fue muy correcto en casi todo, con unas luces adecuadas que le daban intimidad, recogimiento, y escasos pero interesantes recursos escénicos. Pero el acierto de Grilo fue el de elegir el cante del lebrijano José Valencia, ahora mismo, el mejor para bailar con sentimiento, gitano, que dicen los castizos. Su hermana Carmen Grilo estuvo estupenda, como de costumbre. Pero Joselito de Lebrija destapó el tarro de las esencias en los tientos, que parecían de Mojama, y en las cantiñas, que olieron a campiña utrerana y a caballas aliñás. Joaquín le bailó a José con todo el cuerpo, refregándose su gitanería por la piel como si quisiera apagarse el fuego que asaba su cuerpo.

El Grilo tiene, entre otras muchas cualidades, la de comunicar su estado de ánimo cuando baila, la de hacernos vivir lo que siente. Por eso, cuando José Valencia se peleaba con la cabal seguiriyera del Sernita (Moritos a caballo/ cristianos a pie...), el bailaor nos brindó los momentos más jondos, los más puros, los más auténticos. ¡Qué manera de cantar y qué manera de refregarse el cante por la piel! Momentos como éste no sólo salvan una obra flamenca, sino que nos animan a seguir creyendo en el flamenco como una de las escasas músicas del mundo donde la sangre está por encima del teatro.

El Grilo estuvo en artista desde que una voz prodigiosa le abrió los poros de la piel con su voz increíble mientras veía en una especie de álbum de los recuerdos la vida vivida, con una hamaca vacía en la que, suponemos, dormitaba su madre, la patria de Grilo, según el propio artista. Se fue lo mínimo del escenario, sólo lo justo. Se echó a las espaldas la obra dejando claro que tiene recursos para poder con una hora y cuarto de espectáculo. Echó el resto, desde luego, que es lo mínimo que hay que pedirle a un bailaor de flamenco. Bonita obra, sin duda. Flamenca, además, que ya era hora. Con momentos que guardaremos para siempre en la memoria de aficionado cabal.

El de ese momento ya narrado en que José Valencia desentierra la cabal del Serna, en una pelea espeluznante con los ayes seguiriyeros, para que uno de los bailaores más geniales del momento demostrara que, además de parecer de trapo y de ser un gran cómico de la bulería, es capaz de ponerse serio y abrirse en canal ante un cante y un cantaor grandes. Y encima, adora a su madre.

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