Cultura

Ochenta años sin la voz de oro de don Antonio Chacón

Fue hijo de un humilde zapatero remendón y llegó a ser el Rey del Cante Jondo. Nació en Jerez y murió en Madrid el 21 de enero de 1929. Ochenta años hace que murió y aún vive. Son muchos los que opinan que ha sido el cantaor más grande de todos los tiempos.

el 15 sep 2009 / 21:35 h.

Fue hijo de un humilde zapatero remendón y llegó a ser el Rey del Cante Jondo. Nació en Jerez y murió en Madrid el 21 de enero de 1929. Ochenta años hace que murió y aún vive.

Son muchos los que opinan que ha sido el cantaor más grande de todos los tiempos. ¿Cómo se mide o se pesa el arte, el conocimiento, el don? Es imposible. Chacón era el arte y el conocimiento. Y también el don. Para valorar su cante en su justa medida hay que situarlo en su tiempo. Cuando a principios del siglo XX todavía desafinaban los cantaores y no cuadraban el compás, Chacón sonaba ya como el piano de Mozart. Su voz era perfecta, una voz dulce sin resultar melosa, suave sin ser lisa y melancólica sin sonar triste. Y era un creador, porque ochenta años después de muerto -el pasado miércoles fue el aniversario de su óbito-, aún lo imitan los cantaores y las cantaoras, como en su tiempo lo hicieron la Niña de los Peines, el Niño de Marchena, Manuel Vallejo o Juanito Valderrama.

Fue el único cantaor payo que supo poner de acuerdo a gitanos y a payos. Dos de los cantaores más grandes de aquel tiempo, como fueron Manuel Torre y Juanito Mojama, se arrodillaban cuando cantaba Antonio Chacón. Los dos eran gitanos. Cuando era Manuel Torre el que se arrodillaba, Chacón le decía: "¡Por favor! El que se tiene que arrodillar soy yo ante usted". Igualito que hoy.

Era jerezano y había nacido en el barrio de San Miguel, donde también nació Manuel Torre.

Fue sobre 1865. Era hijo de un zapatero remendón que nunca vio con buenos ojos que su hijo se dedicara a cantar flamenco. Pero en Jerez, según dijo el propio maestro, se aprendía a cantar y a bailar antes que a hablar bien. Y él decidió muy pronto seguir los pasos de Silverio, Carito o el Loco Mateo.Y en seguida comenzó a llamar la atención aquel niño de finas facciones y gran voz que, como primer aprendizaje, decidió recorrer los pueblos de Andalucía, con Javier y Antonio Molina, para comer del cante y aprender a cantar escuchando a los buenos aficionados.

Se afincó en Sevilla en 1886 y fue el rey de El Burrero, El Silverio y de todos los cafés cantantes de aquellos tiempos, creando a una legión de seguidores. Abrió los teatros para el cante jondo, como el Cervantes o el Imperial, dignificó la profesión de cantaor y atrajo a los intelectuales y a los grandes músicos a nuestra cultura. El tenor Julián Gayarre dijo de él que era capaz de partir un tono en cuatro.

Dejó una discografía de pizarra que la Agencia Andaluza del Flamenco debería reeditar al completo, como se ha hecho ya con Antonio Mairena, Manuel Torre y la Niña de los Peines. Chacón fue mucho más importante que estos artistas nombrados. Sin su obra no podría entenderse la historia del cante andaluz, aunque algunos analistas lo responsabilizaran de la dulcificación del género, en un alarde de estupidez e ignorancia.

Ahora que acaba de nacer la I Bienal Internacional de Flamenco de Buenos Aires, es oportuno decir que Don Antonio Chacón estuvo cantando en esta gran ciudad hace noventa y siete años, concretamente en el Tetro San Martín. Su muerte fue una auténtica conmoción en la capital de España, donde fue todo un ídolo.

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