Para la ocasión, los niños, lógicamente ayudados por sus padres, prepararon sus cestas con total esmero, de manera que las portaron adornadas con lazos rojos y blancos, los colores de San Blas, y azul y amarillo, que son los de la bandera de Olivares. Éstas iban cargadas de roscas y palomitas para ser bendecidas con motivo del día del santo, para evitar así las afecciones de garganta durante el año, que es lo que promete la tradición.
La misma se remonta a la época del conde duque de Olivares cuando en España reinaba Felipe III y era señor de la villa Gaspar de Guzmán y Pimentel. Se cuenta que en 1617 la hija del conde duque padecía una grave enfermedad de garganta. Su padre, muy apenado al ver que todos lo remedios y cuidados médicos que se le practicaban no tenían resultados favorables, se encomendó a San Blas para que intercediera en la curación de los males de su descendiente.
Días después de las plegarias, María de Guzmán, única hija del conde duque a la que más tarde le daría el título de marquesa de Heliche, comenzó a sanar de sus dolencias y se recuperó completamente de la afección.
Su padre, en acción de gracias, ordenó que se instituyese como festividad en Olivares y en todas sus posesiones de la comarca del Aljarafe el día de San Blas con misa y bendición de panes. El conde duque, además, hizo pintar un cuadro de grandes dimensiones para que quedase constancia de este hecho. Precisamente, este lienzo se encuentra actualmente en la capilla del Sagrario de la Colegiata de Olivares, también conocida como iglesia de Santa María de las Nieves, adonde acudieron ayer los niños para rememorar la tradición y de paso, quién sabe, intentar librarse de un resfriado, o al menos del dolor de garganta durante todo un año.