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Cultura

Olvídate de Bécquer

Tras tirarle su casa, almacenar sus huesos en un sótano hortera y relegarlo a anécdota folclórica, Sevilla vuelve a pasar de puntillas un año más sobre el aniversario del nacimiento del poeta.

el 17 feb 2014 / 22:00 h.

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02/11/09. SEVILLA. PARQUE MARIA LUISA. DETALLE DEL MONUMENTO A BECQUER«De Bécquer y de la poesía no se acuerda nadie», sentencia el profesor Rafael Robles, uno de los grandes expertos sevillanos en la obra del escritor de la calle Conde de Barajas según se llega a San Lorenzo. Ayer se cumplieron 178 años del nacimiento de Gustavo Adolfo Bécquer, efeméride que se saldó con una representación cómica callejera en la avenida de Don Pelayo, gentileza del distrito Sur, y un recital poético en el mausoleo del parque de María Luisa por iniciativa de la asociación de amigos de los Jardines de la Oliva. Dos pequeñas y honrosas excepciones a la norma general, que es el olvido, en esta Sevilla que se construyó sobre un antiguo lago y que un lago sigue siendo, pues todo cuando no puede disolver lo sumerge en su fondo, en particular la memoria de sus mejores hijos. Florencio Quintero, historiador y nieto del poeta homónimo con calle en Sevilla, lo decía anoche: «Bécquer tuvo mala suerte en vida y sigue teniendo mala suerte después de muerto». Llámese romanticismo, llámese sevillanía. Rafael Robles publicó algunos inéditos del poeta, lleva años estudiando a fondo sus escritos y divulgándolos cuanto puede... pero la tarea es ímproba, como suele decirse, cuando la adversidad se convierte en costumbre. Fue, además, discípulo del desaparecido Rafael Montesinos, el mayor especialista en la figura y la obra de Gustavo Adolfo Bécquer, «y Montesinos me decía lo mismo: si este genio llega a nacer en Barcelona, por ejemplo, no solo le habrían dado su sitio sino que estarían sacando un dinero inmenso» con la promoción del personaje, los enclaves relacionados con sus leyendas y sus peripecias personales... «Es lamentable. Su casa natal se derribó. No queda ni un solo lugar becqueriano en Sevilla. Y luego, cuando se celebra cualquier evento relacionado con el autor, entonces se hace cualquier cosa para que todo el mundo salga en la foto, y se acabó: de vuelta al olvido». Robles coincide con la propuesta defendida días atrás en este periódico de enterrar a Gustavo Adolfo Bécquer en la Catedral de Sevilla. Y ya sabe hasta el lugar: la capilla de Santiago. «Porque encima resulta que la familia de los Bécquer, procedentes de una familia de comerciantes flamencos establecidos en Sevilla, sufragaron la construcción de esa capilla, que todavía luce alguna inscripción en su enrejado recordando aquel origen». Sin embargo, aunque no lo dice, abruma en su charla la sensación de que no se cree ni por asomo que el Ayuntamiento de Sevilla sea capaz de semejante cosa. «Tenían una iniciativa que también estaba fenomenal, que era ese rincón de los poetas que quisieron hacer en el cementerio y que lo anunciaron con mucho bombo en las elecciones: que si iban a traer a Cernuda, a los Machado... Primero: aquello es horroroso. Está junto a la tumba de Joselito, y está vacío porque ningún familiar de ningún escritor ha accedido a que los restos de su antepasado sean depositados allí», explica el profesor. becquerEn cuanto a las celebraciones... «todo es poco», dice. «Las cosas que se organizan, con toda la buena intención, son bastante pobres porque suelen salir de la iniciativa privada de los vecinos, asociaciones... y eso debería contar con el respaldo institucional. Organizar, por ejemplo, una Semana de Bécquer con los escolares, rutas, conferencias... Nada muy sesudo, no estoy diciendo eso. Pero es importante. La figura suya se tiene que potenciar; él fue uno de los grandes revolucionarios de la poesía, con él se inició la poesía moderna en Sevilla». Cuenta el profesor que una vez quiso llevar a sus alumnos a ver el sepulcro de Bécquer al Panteón de Sevillanos Ilustres, que así dicho parece lo de Halicarnaso pero en bonito cuando se trata de un triste sótano todo de mármol, y tuvo que liar una de padre y muy señor mío, porque no habría más que ciertos días, a ciertas horas, «y era complicadísimo organizar una visita escolar. Tuve que movilizar hasta al rector», cuenta, porque dicho panteón está bajo la Facultad de Bellas Artes, entrando a la izquierda y luego a la derecha, pasando una reja y bajando una escalerita. Allí comparte olvido el poeta con Cecilia Bohl de Faber, José María Izquierdo y la mitad de los que tienen calle en Sevilla: Mateos Gago, Sánchez Bedoya, José Gestoso, Amador de los Ríos... El historiador Florencio Quintero, propietario de la empresa Conocer Sevilla y diseñador de algunas de las rutas turísticas y culturales más bellas y sorprendentes jamás recorridas en esta ciudad, contaba ayer que no hace mucho organizó una ruta sobre Bécquer y fueron cuatro gatos. Uno de ellos sería el de la venta famosa. «Estas cosas, en Sevilla, pasan sin pena ni gloria», o si acaso con pena. «Sevilla es muy mala con sus hijos», protesta este nieto de poeta. «Y en el caso de Bécquer, debían tenerlo presente siempre. Un personaje grande, maravilloso... y desgraciado. No publicó un libro en vida, porque el que iba a publicar estaba en casa de un ministro y estalló la revolución de 1868 y quemaron la casa del ministro con el libro dentro. Luego, cuando muere, sus amigos se juntan para que se le publique su obra poética y contratan a Iglesias Figueroa para que haga los tomos, y como al terminar el segundo tomo no le daban los versos para hacer un tercero, se los inventó él para que le pagaran el tomo entero, y tuvo que ser Montesinos el que, ya a la vejez de Figueroa, lo descubriera y le hiciera confesar la verdad... Así de injusta fue la vida con Bécquer». Hoy, el poeta es una referencia folclórica más de Sevilla y de su marca decimonónica. Que se sepa, no hay otros planes para él. Salvo sorpresa de cumpleaños que no se espera.

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