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Once Nonos quieren los béticos

LA CONTRACRÓNICA. El Betis cada vez presenta más síntomas de equipo condenado a bajar y menos reclamos para la esperanza. Uno es el canterano, ídolo ya en Heliópolis.

el 01 dic 2013 / 20:34 h.

Nono, abatido, deja el campo tras el 2-2 con el Rayo / Ramón Navarro (Marcamedia) Nono, abatido, deja el campo tras el 2-2 con el Rayo / Ramón Navarro (Marcamedia) El Betis cada vez presenta más síntomas de lo que cualquier doctor del fútbol, es decir, cualquier aficionado, podría diagnosticar como 'mal del equipo que va a descender a Segunda'. Las pistas son abundantes: juegue mal (las más de las veces) o bien, pierde (las más de las veces) o no gana; si juega mal, la derrota es estrepitosa, y si juega bien, el revés suele llegar de la manera más cruel posible, por ejemplo con un gol en fuera de juego y otro en el descuento; suele cometer un fallo gravísimo en defensa por jornada y el promedio es susceptible de aumentar, pero no de disminuir; su mejor delantero marra ocasiones de gol que en otras condiciones jamás desperdiciaría; si el árbitro tiene que equivocarse, suele hacerlo en contra del enfermo y rara vez a favor; los postes o el larguero parecen sobornados por los enemigos; y, en definitiva, cuando no le pasa una cosa le pasa otra, como si fuese un hipocondríaco que se altera con el mínimo contratiempo y tiene la convicción de que nunca se va a curar. En esta dramática inercia de incapacidad propia, nula fortuna y galopante ansiedad, el Betis ofrece pocos reclamos para el optimismo. El regreso de Rubén Castro es el más patente, aunque le faltan kilómetros para estar en forma. La continuidad de Pepe Mel, aun siendo debatible porque ahora mismo parece tan bloqueado como sus futbolistas, también debe ser otro. Pero hay alguno más. Por ejemplo, Nono. El canterano ni siquiera fue actor secundario durante los dos primeros meses de competición porque el entrenador, por lo que sea, lo relegó a la grada o a su casa, según fuese el partido en el Villamarín o fuera de Sevilla, pero en cuanto le hicieron el hueco se lo quedó para siempre. En un día nefasto para su equipo, él fue el único cuyo nombre fue coreado. Le sobra una pizca de agresividad, pero su despliegue hormonal también le hace parecer el único con algo de sangre en este momento de encefalograma plano general. Es lo que genéricamente se conoce como carácter. Y además juega bien o muy bien al fútbol. Son dos de los remedios indispensables para no morir de ese mal que pone en peligro la salud del Betis, así que si sus aficionados fuesen de verdad los médicos del equipo, el diagnóstico estaría claro: que jueguen Nono y diez más, a ser posible como él.  

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