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Operación pañal

El Gobierno ha decidido que los españoles no son suficientemente maduros para que se les hable claramente”.

el 11 abr 2012 / 10:37 h.

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El mundo que gira en torno a los bebés tiene sus propias reglas, lenguaje y medición del tiempo. Los años pasan a contarse en meses y para cada etapa hay un nombre. Una de las más apasionantes (si hay alguna que no lo sea) es la operación pañal, consistente en lo que podrán imaginarse: retirar el pañal al pequeño. Para eso hace falta que el niño muestre signos de madurez, como puede serlo el hecho de que suba escaleras o que sea capaz por sí solo de construir una torre de piezas de madera. Este paso es el primero de los cientos importantes que va a realizar a lo largo de su vida.

Hoy, con Rajoy atrincherado en el Senado sin querer contestar a las preguntas de los periodistas en una jornada negra más (y ya van cuatro años seguidos) para la economía española, el Gobierno ha decidido que los españoles no son lo suficientemente maduros como para que se le cuenten las cosas con honestidad y claramente. Como a los niños pequeños, a los que no puedes engañar. El presidente prefiere que sigamos con los pañales puestos, instalados en el miedo más paralizante y haciéndonos creer que él solo, como buen padre de familia, será capaz de sacar a España del berenjenal en el que anda metida. Ha preferido salir por la puerta de atrás tras su comparecencia en el Senado (donde, por cierto, que el PNV preguntara por la devolución del Guernica sería de risa si no fuera por la situación límite) antes que dar explicaciones sobre los últimos acontecimientos, que son muchos y muy graves.

Porque grave es que el presidente del Gobierno no haya liderado la comunicación a la sociedad de los recortes en sanidad y educación por valor de 10.000 millones de euros, que se suman a la escalofriante cifra de 27.000 millones prevista en los Presupuestos Generales del Estado. La puesta en escena protagonizada por Moncloa y el PP (cada vez más parecido a una jaula de grillos donde todos se erigen en portavoz de la verdad) ha sido nefasta, carente de sentido de Estado y más propia de un partido de principiantes a los que los nervios y la ansiedad por calmar a los mercados e inversores le han hecho improvisar (¿pero no quedamos en que esto era terreno exclusivo de Zapatero?) un nuevo ajuste que, tal y como ha quedado la prima de riesgo (433 puntos), no ha servido para nada. Bueno, para algo sí: para intentar convencernos de que tenemos que seguir con los pañales puestos.

Rajoy actúa como ese padre de familia que reclama a los hijos confianza ciega en sus decisiones. Pide que le dejen hacer, y que le dejen pasar todos sus errores. Si los hay, no se cuestionan ni se evidencian en voz alta. Los periodistas se convierten entonces en esos profesores y pediatras insolentes que se atreven a cuestionar tus métodos. Por eso, con no escucharlos ni atenderlos, es suficiente. Pero hay una realidad que quizás Rajoy olvida: España, como los hijos, no es propiedad de nadie. Ni siquiera después de una apabullante mayoría absoluta. Rajoy necesita más que nunca buscar la alianza con el otro gran partido nacional, el PSOE, para intentar salir de esta. Basta ya de mirar para atrás en busca de los culpables. Cada uno tiene su ración. Zapatero ya se comió la suya y Rajoy está probando la misma medicina que le suministraron la UE y los mercados a su antecesor. El diálogo es urgente. No hay otra manera. Porque ¿cómo se explica entonces que los mercados no hayan respondido favorablemente al anuncio de nuevos recortes? ¿Cómo es que los inversores no se creen que vayamos a cumplir el déficit? ¿De qué forma debe decirlo el Gobierno para que no haya dudas? Ya lo vimos en Grecia. La división de las fuerzas políticas, los tira y afloja electorales en un momento de extrema gravedad, pusieron la puntilla a un Ejecutivo moribundo. A la intervención económica se sumó la política.

En España hay una única línea roja a evitar: el rescate. Y escuchando a unos y a otros, parecería que todos nuestros pasos se encaminan hacia ello, como un destino cruel contra el que no podemos luchar. Los políticos quieren que nos rindamos a la evidencia y que cual plañideras de un desfile de difuntos nos limitemos a llorar nuestra desgracia. Pero los españoles no son niños pequeños a los que amedrentar con el mensaje de que viene el lobo. Es urgente una operación pañal para España, dejar los pañuelos en casa y empezar a pensar en cómo queremos salir de esta para tener un proyecto en el futuro.

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