Cultura

Oreja a sangre y fuego para la entrega de Antonio Nazaré

Con renovado ambiente en los tendidos y el indudable interés que prestaba la terna de los tres toreros sevillanos de más reciente alternativa se saludó la víspera de la Virgen de los Reyes.

el 16 sep 2009 / 07:13 h.

Con renovado ambiente en los tendidos y el indudable interés que prestaba la terna de los tres toreros sevillanos de más reciente alternativa se saludó la víspera de la Virgen de los Reyes. Sólo había que ver la grada de Sol para ver que la fórmula había funcionado y que todavía puede mejorar más. La empresa hizo bien el trabajo, sí, pero la terna supo agradecerlo entregándose sin fisuras con un encierro desinflado que no se sumó a la fiesta.

Con la alternativa abrileña calentita y sin contratos en la alforja, Antonio Nazaré volvió a salir a darlo todo. El segundo, bajo y bien hecho, tenía dos inmensas cucharas por pitones y buenas dosis de mansedumbre pero el nazareno no se arredró y tiró de él con las plantas firmes, la muleta tersa y el trazo firme en una faena entregada y maciza que sometió al toro desde las primeras series.

No importó que el toro resultara tardo y progresivamente corto de viajes, que cazara moscas por el izquierdo. Nazaré estuvo sobrado, muy por encima y merece más y mejores oportunidades. El quinto, un violento e imponente sardo, era un bocado amargo pero Nazaré se la jugó de verdad y aunque el toro brincaba como un tigre, tiró de él como un león, jugándose los muslos sin cuento. El animal acabó derribándole de un pitonazo en el rostro pero Nazaré lo echó abajo de un soberbio estoconazo con la sangre nublándole los ojos. La oreja fue de peso, de torero macho. Paso a Nazaré.

Oliva había recibido animoso, progresivamente confiado y templado al primero de la tarde, un animal enorme y de escasos bríos. Y la papeleta no iba a ser fácil. Mirón, tardo, probón y con mucha guasa sorda, el toro de Martín Lorca fue una dura prueba que el joven diestro de Camas pasó con desahogo después de más de un año sin vestirse de torero. Para colmo, el astado se acabó aplomando y así, con o sin ganas, era imposible. Hasta le hizo sus cositas y se tiró a matarlo muy de verdad.

Ficha:PLAZA DE LA REAL MAESTRANZA

Ganado: Se lidiaron seis toros de Martín Lorca muy serios. El primero, voluminoso y destartalado, desarrolló sentido y se acabó aplomando. El segundo resultó tardo y corto de viajes. El tercero resultó muy soso. El cuarto fue violento y peligroso y el quinto un barrabás. El sexto, manso y rajado, fue muy complicado.

Toreros: Alfonso Oliva Soto, de berenjena y oro, vuelta al ruedo tras leve petición y oreja.

Antonio Nazaré, de coral y oro, ovación y oreja.

Pepe Moral, de pavo y oro, silencio y palmas.

Incidencias: La plaza registró más de un tercio de entrada en noche muy calurosa. Saludaron Andana, Juan Carlos de Alba y Ballesteros.

Y aunque el cuarto fue un barrabás que quiso levantarle los pies del suelo desde el primer muletazo, sirvió a Oliva para sacar pecho. El camero no volvió nunca la cara y se libró milagrosamente de un sucio navajazo que no se trocó en cornada mientras porfiaba en una labor que caló en los tendidos. Se tiró a matar a todo o nada para cortar una oreja que debe devolverle las ilusiones.

Doctorado el día del Corpus, Pepe Moral era el tercero de este cartel de esperanzas sevillanas. Atornillado al albero en el inicio de faena al tercero, a Moral le faltó enemigo. Y aunque el toro no tuvo excesiva maldad, le faltó gas, emplearse de verdad en la muleta para que el rotundo concepto del diestro palaciego, siempre muy metido entre los pitones, llegara a los tendidos. Pero Moral se impuso de verdad al manso sexto, desigual y distraído en las suertes, en un trasteo asentado y firme que no merecía tan mal colaborador. Sin oreja en el macuto, pasó la prueba con notable.

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