Periodista y narrador, la faceta poética de Braulio Ortiz Poole (Sevilla, 1974) era hasta ahora conocida tan sólo por un puñado de amigos. La reciente salida a la luz de Defensa del pirómano (EH Editores) revela la mezcla de desnudez y camuflaje con que el autor entiende el arte de los versos.
El protagonista de este volumen, ese pirómano que ensalza su título, es el símbolo "del hombre herido y rencoroso por los episodios dañinos de su vida", en palabras de Ortiz Poole. "Las relaciones humanas son muy complicadas, la vida un cúmulo de torpezas. ese sentimiento de no saber relacionarte como quieres, no saber amar como te gustaría, es el motor del libro. Este alter ego es alguien con miedo al tacto, pero con necesidad de él".
El tránsito de la adolescencia a la madurez, los desencuentros y los desengaños, son el telón de fondo de unos poemas cuidadosamente ordenados: "Al principio hay un hombre que no se acepta a sí mismo. A medida que avanza el libro, va sintiendo orgullo de ser un disidente, de no parecerse a los otros. Al final, es alguien que se aferra a la vida sabiendas de que duele", explica el autor.
Ortiz Poole pregona las propiedades terapéuticas de la poesía para los males del alma. "He encontrado en ella un espacio para la meditación", asevera. "Escribir versos es como habilitar un espacio para encontrarme a mí mismo. Y al mismo tiempo, me presta una especie de camuflaje", agrega.
Autor de la novela Francis Bacon se hace un río salvaje y los relatos Biografías bastardas, guarda en lo más alto de su altar poético a Cernuda y Gil de Biedma, ama "la lírica que transmite, incluso la más oscura", y dice que esta no será su última entrega como poeta. "Es un exorcismo al que me enfrento, una limpieza de fantasmas. Gracias a ella soy una persona más serena", apostilla.
