Después de más de 30 años de experiencia, sus manos caminan solas sobre un pequeño pupitre de madera. Jesús Lara ha contribuido a alimentar unos cuantos cánceres, ha condimentado montañas de conversaciones, ha hecho toser a más de un adolescente envalentonado por el alcohol y ha permitido que un buen montón de padrinos pulularan con aire magnánimo entre los invitados.
La gente se embobaba viendo los cortos viendo los cortos y precisos movimientos de sus manos, agraciadas con la pericia del mago y la paciencia del alfarero. De vez en cuando contestaba amable a las preguntas de los curiosos.