Cultura

Paco Cano, único testigo

Fue el único fotógrafo presente en la muerte de Manolete, la única cámara delante de la que Ava Gardner se soltó la melena... Un lujoso libro, con textos de Andrés Amorós, repasa ahora sus mejores instantáneas.

el 08 dic 2009 / 21:28 h.

La muerte de Manolete marcó la vida del fotógrafo Francisco Cano Canito, que, al captar en imágenes aquella negra tarde en Linares, sabía que lograba el éxito profesional pero sufría la pérdida de un amigo. "Lloré menos la muerte de mi padre que la suya". Así lo explica en el libro Mitos de Cano (Rom Editors), una lujosísima edición que acaba de ver la luz, justo cuando su autor -aunque está firmado al alimón con el catedrático y reconocido aficionado Andrés Amorós- ha visto cumplir sus 97 años. Torero, boxeador, nadador, amigo de Belmonte, Curro Cano, como se le conoce en los ambientes taurinos, se emborrachó con Hemingway, se tuteó con Sofía Loren y ha firmado, a lo largo de una vida profesional que sigue latiendo, más de un millón de fotos.

Este personaje más propio de la leyenda de una España partida en dos, responsable en parte de la imagen oficial que el Régimen quería trasladar a la sociedad, regresa ahora al papel couché en este libro que recorre sólo una faceta de su trayectoria amplísima y dilatada en el tiempo.
Y es que Mitos de Cano es el primer volumen de la obra recopilatoria del fotógrafo. Una primera entrega que se centra en los grandes personajes de la vida social de la época: artistas de cine o teatro, músicos, escritores, aristócratas, cantantes, bailarines.... Todo ello trufado con cierto glamour propio del Hollywood de la época, que apenas se dejó ver como una aparición en esa España gris y terrible de los años 40 y 50 con las archiconocidas visitas a nuestro país de Ava Gardner, Grace Kelly y Gary Cooper, amén de los taurinos Orson Welles y Ernest Heminguay...

"A través de estas fotografías", escribe Andrés Amorós, "el lector se va a poder asomar a momentos verdaderamente curiosos y, en algunos casos, de extraordinario interés, que al común de los mortales nos encantaría haber presenciado en la realidad: el doctor Fleming en una capea, con sombrero cordobés. El generalísimo Franco delante de sus trofeos de caza o asistiendo a un espectáculo de flamenco. Una sonriente Lina Morgan, vestida de corto, en un festival taurino. La belleza rubia de la adolescente Marisol. El maestro Joaquín Rodrigo rindiendo generosamente tributo a un compositor de música popular como Agustín Lara. La bellísima Ava Gardner, desmelenándose al bailar flamenco...", enumera.

Sueños, como diría Galdós, para escapar de una realidad dolorosa: así es el universo de Cano, poblado de estrellas pero sin excesivos ornamentos ni encuadres efectistas, "con sencillez, con verismo, con naturalidad, buscando siempre el detalle periodístico", agrega Amorós. "Ha hablado algún crítico de su aparente falta de estilo: en eso consiste justamente su estilo como fotógrafo. No se coloca él en primer plano, se limita a transmitirnos la realidad como a través de un cristal límpido". Aunque suene a estereotipo, fue el gran testigo de una época. Un testigo único.

  • 1