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Palestina. Kanouté y la tarjeta amarilla

Ojalá que la vida fuera como un partido de fútbol y si el árbitro sacase tarjeta amarilla o roja, los jugadores se echasen a temblar. Pero, ¿quién es el árbitro a escala internacional? Se supone que Naciones Unidas, cuyas resoluciones suelen ser incumplidas sistemáticamente por algunas naciones...

el 15 sep 2009 / 21:00 h.

Ojalá que la vida fuera como un partido de fútbol y si el árbitro sacase tarjeta amarilla o roja, los jugadores se echasen a temblar. Pero, ¿quién es el árbitro a escala internacional? Se supone que Naciones Unidas, cuyas resoluciones suelen ser incumplidas sistemáticamente por algunas naciones como el Estado de Israel.

El pasado miércoles y durante un partido de la Copa del Rey, Frederic Kanouté, un delanterio francés de origen maliense que juega en el Sevilla, aprovechó un gol para exhibir una camiseta a favor de Palestina que lucía bajo la de los colores de su equipo. El goleador sevillista la había buscado desde que comenzaron los bombardeos en Gaza y, finalmente, la consiguió: se la cedió una chica italiana de origen palestino.

Pero no había tenido ocasión de destaparla porque no había logrado marcar ningún tanto durante el partido de liga del domingo anterior. Esta vez, a pesar de que el mister le sacó tarjeta amarilla, más allá de la sanción impuesta por el Comité de Competición, seguro que en ese momento no sólo sintió el calor de los aficionados al fútbol sino el de los aficionados a la paz, ese acontecimiento insólito en los tiempos que corren.

Desde el territorio de al-Andalus, desde el de Sefarad, ¿cómo no vamos a entender el galimatías histórico y la escalada de sangre que se vive en Palestina y en Israel? Y como nos estremecimos con el holocausto judío, bajo las botas del Tercer Reich, ahora nos espanta la masiva muerte a mano armada de los palestinos de Gaza, el mayor campo de concentración a cielo abierto del mundo. Ayer, se convocaba una concentración de protesta en la Plaza de la Merced de Málaga y hoy, a mediodía, tendrá lugar otra movilización en Sevilla, desde la Plaza de la Encarnación.

Muchos transeúntes, en plena tregua de las rebajas, les verán pasar gritando "asesinos", con el mismo probable dolor que experimenten ante las imágenes de los telediarios y las fotos de la prensa, pero con una extraña sensación de impotencia o desidia. ¿No hay ningún árbitro que saque una simple tarjeta amarilla contra esa costumbre nuestra de cruzar los brazos y encoger los hombros? Solemos opinar contundentemente en los bares, arreglamos el mundo en los taxis pero nos quedaremos chupando banquillo eternamente si no somos capaces de saltar al terreno de juego de la historia con la convicción de que, desde el último rincón de la tierra o de Andalucía, podemos cambiar el mundo.

Tenemos que lograr, más temprano que tarde, expulsar a la resignación y entrenar los músculos de la rebeldía, para que los de siempre no nos sigan marcando goles por la escuadra.

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