Alcalá de Guadaíra estaba en los periódicos del XIX gracias al Baile de los Panaderos, de obligada ejecución cuando España acudía a las exposiciones internacionales. Su pan era, por otra parte, uno de los "productos estrella" de Sevilla y las recuas de mulos que lo traían, recurso ineludible de los autores de libros de viaje. Pero, de un tiempo a esta parte, la ciudad de los molinos se ha convertido en un enclave innovador llevando adelante propuestas novedosas en campos muy variados. Anteayer se abría a las ideas educativas que José Antonio Marina pretende sembrar y que, en definitiva, se encaminan a implicar en el cometido de la enseñanza a toda la sociedad y no sólo a los maestros.
Un nudo gordiano: la educación hasta hace nada era algo que sólo preocupaba a las élites porque sólo éstas la recibían y, aunque ahora sea obligatoria para todos, su valor social ha cambiado poco. La prueba está en que no sale en las encuestas como problema, las AMPAS no se mojan en el debate entre Gobierno, oposición y obispos y no existe un jubilado que se ofrezca a hacer de guardia urbano en un paso de cebra a la hora de los colegios. Planes, normas y reformas se han hecho desde arriba. Las propuestas que Marina esboza buscan crear un movimiento desde abajo y que a partir de ahí se expanda. Si la iniciativa prende, puede ser otro pan que, desde Alcalá, llegue a Sevilla. Ojalá.
