Triana, de dos años y medio, se estrena en la guardería Virgen de la Esperanza pero nadie lo diría. Sus padres acuden a recogerla tras dos horas, por el horario de adaptación, pero tienen que llamarla varias veces porque no tiene ninguna prisa por irse. No ha llorado nada, va a ser buena estudiante, dice Manuel, su orgulloso padre. Mañana otra vez, dice Triana tras contar que ha jugado con juguetes. Apenas unas calles más allá, en el arrabal trianero, Jesús deja a su hija Daniela, de dos años, en la escuela infantil Mickey y Minnie. Ya estuvo el año pasado pero es cogerla en brazos la seño y darle un beso su hermano Jesús a él le tocará la semana próxima porque va al colegio y ponerse a llorar. Me ha sorprendido porque el año pasado fue muy bien, supongo que es por el verano sin venir, dice su padre. En el centro Tambor, Clara, de dos años y medio, se estrenaba y se ha metido un poco extrañada con la profesora pero al escuchar a los niños enseguida se ha puesto a jugar y al recogerla no se quería ir, dice su padre, Javier. No hay reglas. Ni psicólogos ni pedagogos han conseguido explicar por qué unos niños lloran y otros no. Las profesoras dicen que suelen llorar los más pequeños, los que ya nos conocen de otros años menos. Pero no siempre se cumple. Como muestra Clara, que con apenas seis meses no extrañó nada ni a nadie en su estreno en la guardería San José de la Montaña del Centro. Lo que no suele fallar es que, por grande que sea el berrinche, más pronto que tarde pasa. Y para tranquilizar a los sufridos padres, en la guardería Niño Jesús de Espartinas no dudan en informarles puntualmente vía whatsapp, con fotos incluidas. Aunque esté serio pero ya está mejor que cuando entró, relata el primer mensaje junto a una foto del pequeño Mateo, al que sus padres dejaron berreando. En el siguiente ya aparece tirado en el suelo jugando tranquilamente con otros niños. Horarios de adaptación para ponérselo más fácil a los niños y de los que algunos padres reniegan porque dificultan la conciliación. Carteles instando a los padres a no alargar la despedida. O padres en el aula acompañado a sus hijos el primer día. Y, sobre todo, la santa paciencia de los profesionales. Son las recetas para hacer más llevadero el inicio del curso para los más pequeños. En algunos casos, como en la guardería del edificio institucional de Torretriana, ayer fue casi un día normal. Nos regimos por el horario del personal así que abrimos los doce meses. En agosto han venido menos niños y ahora entran los nuevos pequeños pero no se nota tanto, explica su responsable. En total, 20.000 menores de 3 años se incorporan desde ayer a la guardería, unos 400 menos que el curso pasado. No solo se debe al descenso demográfico. La crisis y el paro llevan a algunos padres a prescindir de este servicio, pese a que más de la mitad cuenta con bonificaciones y un 40% cumple los requisitos de renta para que les salga gratis. De las 360 guarderías existentes, casi 300 tienen convenio con la Junta, que desde 2009 mantiene el precio público de la plaza en 278,88 euros mensuales, entre las críticas del sector. A diferencia de lo ocurrido el curso pasado, la Junta afirma estar al día de los pagos pero el sector lamenta su inestabilidad económica. En Triana, durante el verano, el centro Chiquitín presentó concurso de acreedores, obligando a los padres con plaza en él a buscar alternativas.