España las pasará canutas con el desempleo y Andalucía lo llevará mucho más chungo, hasta rozar la cota del 30%. Eso dicen los agoreros, a los que las últimas estadísticas parecen haberles cambiado el paso. Los profesionales del Apocalipsis que auguran que nuestro país acumulará pronto cuatro millones de parados han tenido que tomarse unas relativas vacaciones ante el aumento del empleo en mayo y junio.
Pero Andalucía parece seguir fuera de esa tendencia y aunque también bajan los desocupados, apenas se traduce en un millar de nuevos contratos, excluyendo Almería (5,21%), Huelva (2,07%) y Sevilla (0,16%), donde el SAE sigue recibiendo nuevos clientes, tras concluir algunas temporadas agrícolas. Allí, visto lo visto, se notan menos los beneficios del Plan E, de los proyectos de inversión de los Fondos 8.000, Proteja y otras iniciativas que han inyectado aire a palaustres y tornillos.
El turismo, como Red Bull, nos dará alas en verano a pesar de que los ingleses se quedarán a incubar la devaluación de la libra. Puede que salvemos los muebles al crecer la demanda interna porque los españoles viajen menos al extranjero, y por el turismo alemán. Lo cierto es que los empresarios del ramo llevan ya varios meses aumentando la ocupación a costa de bajar precios y, por tanto, beneficios.
Otra cosa distinta es la industria, en donde ha habido empresas con dividendos millonarios como Acerinox que se han permitido llevar a cabo expedientes temporales de regulación de empleo. Y ahora que se habla tanto del cierre de Garoña, habrá que ver qué ocurre a medio plazo con la prejubilación de algunas de las chimeneas presentes desde los años 60 en el Polo de Huelva y en el del Campo de Gibraltar.
Andalucía necesita parches como nuevos planes de fomento de empleo en el ámbito rural o en la construcción, pero necesita sobre todo formar a los trabajadores de dichos sectores para que puedan buscarse la vida en otro negocio. No creo que lleguen las plagas de Egipto pero tampoco volverán los años de vacas gordas, al menos tan gordas como en esos años.
Así que hace tanta falta como el comer la aprobación de la Ley de Inclusión Social de Andalucía, con la que se podría poner en marcha la Renta Básica, porque muchos andaluces ya no tienen siquiera un subsidio que llevarse a la boca. Y, desde luego, tendremos que decidir qué queremos ser de mayores. Volvemos a estar entre el puñetero I+D+I y eso que llaman generación nini: jóvenes que ni estudian ni trabajan y se quedan en casa a verlas venir.
