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Parto en el patrullero

Dos policías locales ayudan a nacer a un bebé chino con ayuda de una navaja y el cordón de una bota. La madre se puso de parto en la inauguración de la Encarnación y parió en el coche patrulla.

el 27 mar 2011 / 21:29 h.

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Los policías que la atendieron, Juan Luis y Sergio.

"Paramos el patrullero para atender a la mujer y vi que la cabeza del niño ya estaba fuera", explicaba Juan Luis, que tras 14 años como policía local ayer se convirtió en partero, al traer al mundo a un niño chino de 3,245 kilos al que su compañero Sergio le ató el cordón umbilical con el cordón de su bota derecha, en la misión más extraña que le ha tocado en sus ocho años en el cuerpo. Como no tenían botiquín, para cortar el cordón usaron el alicate de la navaja que llevaba Juan Luis, pero se les quedó enganchado y tuvieron que llevárselo junto con el niño hasta el hospital, sujetándolo lejos del cuerpecito del bebé para que no le hiciera daño.

"Me puse nervioso cuando lo cogí en brazos envuelto en una manta térmica y vi que no lloraba, así que lo manipulé un poco, le toqué la boquita, y cuando empezó a llorar ya me quedé tranquilo", contaba Juan Luis. "En los cursos te dicen que lo tienes que hacer así, pero una cosa es la teoría y otra es verte en una de éstas", admitía Sergio, que ni por asomo hubiera imaginado una tarde como la que le tocó ayer. "Oyes a los compañeros contar cosas de éstas, pero no te imaginas que te va a pasar a ti".

La jornada se les presentaba tranquila, porque estaban destinados, como otra veintena de policías locales, al dispositivo de seguridad que la Delegación de Convivencia y Seguridad había establecido para la inauguración del Metropol Parasol en la Encarnación. Pero quiso la suerte que, allí mismo, en plena calle, se pusiera de parto una mujer china de 37 años vecina de la calle Jerónimo Hernández.

"Yo les pasé el servicio y les dije que se dieran prisa, que el sobrino de la mujer me había dicho que era su tercer hijo, así que iba nacer volando", les dijo Joaquín, su superior.

Tan nerviosos se pusieron, que enfilaron hacia el Virgen del Rocío con la mujer en la incómoda parte trasera del patrullero, dotado de una mampara de separación para los detenidos y de los reglamentarios sillones de plástico duro. Y pasaron por la puerta de la Clínica de Fátima sin darse ni cuenta.

"Yo iba nerviosísimo entre las sirenas del patrullero, la mujer chillando, el atasco de tráfico y mi compañero gritándome: ¡Juanlu para, Juanlu para!", admite el conductor. Sergio, de copiloto, iba mirando hacia atrás y veía que la mujer cada vez estaba más tumbada, mientras que su sobrino, que la acompañaba, cada vez se alejaba más de ella, con cara de susto. Encima, la radio no le funcionaba y no podían contactar con otros compañeros para que les abrieran paso, ni avisar al hospital. Cuando decidieron parar ante el cuartel de Eritaña y abrir las puertas del patrullero, el parto no duró ni 10 minutos, según comprobaron luego por las llamadas perdidas de sus teléfonos.

"Fue sujetarle la cabecita, girarla nada, un poco, y salió solo", dice Juan Luis. Los dos policías son padres de una parejita -Juan Luis tiene hijos de 11 y 8 años, y Sergio de cuatro años y tres meses- y ambos habían asistido al parto de sus hijos menores, pero aseguran que no se acordaron ni de eso ni de nada parecido. "Actúas de forma instintiva, te sale solo. Fue un momento intensísimo y pasó muy rápido. De hecho, creo que si lo piensas no lo haces", insistía Sergio a las puertas de la Jefatura, delante de un patrullero que deberá recibir unos buenos manguerazos para limpiar los rastros de sangre, que también quedaron en la ropa de los policías.

El niño, sonrosado y tranquilo, abrió los ojos "y miraba para todos los lados muy despierto, como si tuviera una semana", explicaban los agentes, que acudieron a visitar a la madre al hospital. Ni la mujer ni su marido hablaban español, pero ambos acertaron a decirles "gracias", y sus familiares les trasladaron su agradecimiento tanto a ellos como a los médicos del hospital.


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