Cultura

Pasear por Triana para entender su importancia en el cante

Una reivindicación de uno de los barrios fundacionales en el universo flamenco

el 12 ene 2012 / 22:01 h.

No sé si saben que viví siete años en Triana, quizá los mejores de mi vida. Salía a comprar boquerones a las diez de la mañana y volvía a casa a las doce de la noche, sin boquerones pero con alguna que otro merluza. Como se me ocurriera pasar por la puerta de la ya extinta taberna de Joselito Lérida, en el Altozano, y estuvieran en ella Pansequito de la Línea, El Anticuario, Paco Vega o El Mimbre, ya estaba liado. Todas las mañanas pasaba andando por las calles San Juan Evangelista, Febo, Pagés del Corro, Troya o Ardilla, que era donde vivían los gitanos herreros, los que cantaban martinetes y seguiriyas gitanas: los Cagancho, los Pelao, El Fillo y sus hermanos, los Vega de los Reyes, los Filigrana...

A Triana no se le ha dado la importancia que tiene en la creación del auténtico cante jondo. Antonio Mairena decía que allí estaba la levadura del cante gitano. Los flamencólogos se refieren siempre a la célebre fiesta que relata Estébanez Calderón en sus Escenas Andaluzas, en la que cantaron Antonio el Planeta y el Fillo, dos cantaores fundamentales en la historia de nuestro arte más universal. Pero Triana es algo más que el relato de una fiesta flamenca en el patio de una casa de la larga calle Castilla, como llevan defendiendo hace años Emilio Jiménez y Ángel Vela.

No sé si saben que viví siete años en Triana, quizá los mejores de mi vida. Salía a comprar boquerones a las diez de la mañana y volvía a casa a las doce de la noche, sin boquerones pero con alguna que otro merluza. Como se me ocurriera pasar por la puerta de la ya extinta taberna de Joselito Lérida, en el Altozano, y estuvieran en ella Pansequito de la Línea, El Anticuario, Paco Vega o El Mimbre, ya estaba liado. Todas las mañanas pasaba andando por las calles San Juan Evangelista, Febo, Pagés del Corro, Troya o Ardilla, que era donde vivían los gitanos herreros, los que cantaban martinetes y seguiriyas gitanas: los Cagancho, los Pelao, El Fillo y sus hermanos, los Vega de los Reyes, los Filigrana...


A Triana no se le ha dado la importancia que tiene en la creación del auténtico cante jondo. Antonio Mairena decía que allí estaba la levadura del cante gitano. Los flamencólogos se refieren siempre a la célebre fiesta que relata Estébanez Calderón en sus Escenas Andaluzas, en la que cantaron Antonio el Planeta y el Fillo, dos cantaores fundamentales en la historia de nuestro arte más universal. Pero Triana es algo más que el relato de una fiesta flamenca en el patio de una casa de la larga calle Castilla, como llevan defendiendo hace años Emilio Jiménez y Ángel Vela.

Ni El Planeta ni El Fillo eran de Triana, y es probable que tampoco lo fuera Frasco el Colorao, quizá el personaje flamenco más misterioso de la historia del cante. Pero vivieron en Triana, como vivieron también María la Andonda y Diego el Lebrijano, quienes tampoco eran nativos del arrabal. Incluso Rafael Flores El Piyayo, de Málaga, que estuvo viviendo algún tiempo en casa de un pariente dedicado a la cerrajería, con residencia en un corral de la calle Febo que olía a fragua.

Hace unos años descubrí que El Fillo vivía en Málaga cuando murió El Planeta, o sea, en 1856. El discípulo quiso estar pegado al maestro hasta sus últimos días. También vivieron en Málaga Lázaro Quintana, Tomás el Nitri, Silverio y Enrique Ortega, el gran amigo de Silverio Franconetti. Todos estos datos pueden parecer inútiles, pero son fundamentales para entender mejor la creación y la evolución del cante jondo. Para entender el cante de Triana es importante saber si El Fillo se crió en este arrabal o solo estuvo de visita. Según el resultado de mis investigaciones, sus abuelos maternos, su madre, y algunos de sus hermanos, eran naturales de Triana. El Fillo, pues, creció en la Cava y allí aprendió a cantar escuchando a los cantaores viejos, sobre todo a Frasco el Colorao, como lo hicieron otros cantaores de su generación. Tío Antonio Cagancho, por poner un solo ejemplo. No tardaré mucho en terminar las biografías de todos estos cantaores para que de una vez por todas entendamos por qué Triana es lo que es en el cante, aunque se le haya negado el pan y la sal.

En lo que respecta al cante, Triana solo es un vago recuerdo de lo que fue en el XIX. No solo Triana, sino la Alameda, la Macarena y la Feria. Todos los esfuerzos en la investigación deberían ir encaminados a estudiar la importancia de estos artistas. En eso andamos, aunque no haya ayudas públicas para esta ingrata labor de unos pocos románticos.

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