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Pasión, muerte ¿Y resurrección?

El Sevilla no fue capaz de puntuar en San Mamés y no consiguió alcanzar una zona europea que rozaba con los dedos.

el 08 abr 2012 / 20:02 h.

Recién concluida la Semana Santa oficialmente en Santa Marina y extraoficialmente en el Barrio León, el Sevilla, en uno de los días con más sabor que existen en la ciudad, aplazó para más adelante la consecución de una resurrección que ha rozado con la punta de los dedos en Bilbao tras una racha inmaculada de tres victorias consecutivas.

La del Sevilla en esta Liga es una andadura muy cofrade, casi sobre los pies como los pasos de las cofradías más clásicas. Entró triunfal en la competición, entre palmas y olivos, con unos números que le hacían parecer una alternativa seria, pero al poco comenzó a sufrir la pasión a la que le sometieron mucho más que tres caídas que parecían conducirle hacia el camino del calvario. Con la cruz a cuestas de un juego desesperante, incluso hubo quienes llegaron a pensar en una próxima sentencia de muerte de un equipo sumido en las tinieblas.

El Sevilla fue ayer a La Catedral con la intención de confirmar esa resurrección que hace apenas un mes parecía una quimera en la que casi nadie era capaz de creer. Pero como Santo Tomás, el sevillismo tocó y se convenció con tres encuentros seguidos saldados con goleadas y nueve puntos a un zurrón que era muy escaso. Sin embargo, la pascua blanquirroja tendrá que esperar al menos hasta el jueves.

En el País Vasco, el Sevilla tenía por fin la oportunidad de recorrer el tramo definitivo hacia el dintel de la zona europea, le bastaba con cubrir el expediente y arrancar un puntito para completar un itinerario que no hace mucho parecía eterno para enfilar un tramo final triunfal como el de la Resurrección por la calle San Luis.

Conscientes de la oportunidad que se les presentaba, el equipo salió con todo, volcándose hacia el arco de Gorka con cuatro llegadas en apenas cinco minutos, alguna de ellas muy claras. Entre éstas y las del Athletic, los dos contendientes cocinaron un partido muy sabroso durante los primeros cuarenta y cinco minutos, en un toma y daca vistoso para el espectador. Precisamente lo que Míchel quería evitar a toda costa.

Tras el intermedio el Sevilla se olvidó de las glorias que están por venir y volvió a la penitencia de un juego soso, aburrido, a merced del rival y por momentos hasta absurdo. Para colmo se ha caído Kanouté como el sábado lo hiciera Reyes. Sólo queda esperar a una futura levantá con la que intentar resucitar otra vez.

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