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Pasito a paso

Tantos padres como niños en el concurso municipal de cruces de mayo, que ayer llenó de huecos libres los Jardines de Murillo.

el 28 may 2011 / 19:08 h.

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Minutos antes de las diez de la mañana de ayer y ya bajo un calor espantoso, un paso salía del portón trasero de una furgoneta. Lo hacía sin himno ni cura con sobrepelliz, pero con la solemnidad consustancial a los niños. Su rótulo (el de la furgoneta): Escuela Hípica La Ponderosa. La habían parado un segundito en la Glorieta de San Diego para oficiar de capilla. Todo fue colocarle a la canastilla la cruz encima, que estaba apoyada en la puerta del conductor, y tirar con su breve cortejo de niños y padres para los Jardines de Murillo, donde los responsables de Fiestas Mayores aguardaban a los ocho pasitos inscritos en el concurso municipal de cruces de mayo. Los de las carpetillas se temían, según comentaron, que con el puente no fuesen a presentarse todos (como efectivamente ocurrió: acudieron seis y los seis se llevaron premio). Además, el año pasado habían sido 15 los concurrentes y se mascaba cierta penilla al ver cómo van decayendo las cosas, cómo se pasa la vida, cómo se llega la muerte tan callando, la muy...

"La culpa es de las comuniones", tercia un señor desde una de las comitivas. "A nosotros se nos han caído dos costaleros por eso, así que veremos a ver cómo hacemos ahora para el desfile. No es que no haya quien lo lleve, pero es la diferencia de alturas." Ajajá. Entonces era por eso que se había visto acarrear un paso entre dos padres, cual Santas Justa y Rufina, desde la esquina de la Fábrica de Tabacos hasta la sombrita de los Jardines. Peor les fue a los que ni se presentaron. "Y si saben que van a tener comuniones y no van a poder venir, ¿para qué se apuntan?", se lamentaba ayer por lo bajini el director de Fiestas Mayores, Carlos García Lara. There's no way to respond, que cantaba Peter Gabriel.

"¡Echa p'allá, joé, que eres mu chico!", le espeta con aires pistoleros un ciclista disfrazado de Alberto Contador, que venía como las balas, a uno de los niños vestidos de Domingo de Ramos en el imperceptible carril bici de la esquina, después de pegarle al chiquillo un empujón indigno no sólo de quien se llama a sí mismo deportista, sino de alguien que tenga dedos prensores en vez de pinzas. Pero es la tiranía de lo guay, de la que lo mismo conocen uno o dos ejemplos más.

Padres con un radiocassette blanco que a última hora no funciona; pasitos que toman querencia por la muralla del Alcázar y a los que hay que ir sacando de lado a tirones, cada pocos metros; costaleras inspiradísimas; escaleras agarradas a la cruz del paso mediante ganchos de colgar las perchas; lacitos, diademas, algo de incienso, docenas de costales, camaritas de fotos... Al final, el reparto de premios fue para Marita Hernández (primero), Juan Carlos Jiménez (segundo) y África Fernández (tercero), en la categoría infantil; en la juvenil, triunfaron María de los Ángeles Francés (primero), Carlos Hugo Núñez (segundo) y Carlos Muñoz (tercero).

"Demasiados padres", sonreía a cierta distancia una señora que se presentó como fotógrafa holandesa, bien dispuesta a charlar en un imperfecto pero agradabilísimo español, si no había que dar el nombre. "Me gustaban más antes", con lo que se vuelve a Jorge Manrique, poeta de la dinastía Zoido: Cómo, a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor. "Tengo 70 años y he visto muchas cruces de mayo aquí en Sevilla", insistía ella. "Anoche mismo, en la Puerta Osario. Entraron en un bar con el paso y todo. El hombre comentó de broma que allí siempre habían entrado los costaleros, pero no antes de quitarse el paso de encima. Sí. Me gusta así, natural, como ha sido siempre: una caja de cartón con una cruz clavada y una muñeca, y un chiquillo detrás con una lata recogiendo las limosnas. Las cruces de mayo son para los niños." A buenas hora lo dice la señora.

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