El paso del Vado de Quema es uno de los puntos más emocionantes para todos los peregrinos. / José Luis Montero (FOTOGALERÍA) Las nubes ocultaban el sol a las 13 horas en el Vado de Quema. Hacía calor pero soportable. El público llevaba horas con su sitio cogido para no perderse detalle del cruce de las hermandades por este punto pero ya era la hora de montar las mesas, abrir las sombrillas playeras y sacar el almuerzo. Sin embargo, el retraso que sobre el horario oficial -si es que en la romería del Rocío esto sirve para algo- traían las hermandades adelantaba que no habría respiro para comer. De hecho, cuando debía estar pasando Gines, la hermandad de la Macarena se recreaba. Nadie quería salir de este «punto mágico» del camino. Al menos así lo ve Martina, una francesa afincada en Sevilla hace 25 años que se ha echado a los caminos junto a siete amigos llegados de Nimes y Bayona expresamente. «Son aficionados a los toros, han escuchado hablar del Rocío y querían conocerlo, así que nos hemos organizado para venir». Hacen el camino con Triana, aunque cada noche, una vez que dejan a la hermandad en la parada, se van hasta la aldea almonteña a dormir. Pero Triana pasará muy temprano hoy el Quema, así que se adelantaron para ver las hermandades de ayer. Y les encantó. Josette, a la que llaman Pepa pero que ayer fue bautizada en las aguas del Guadiamar como Azucena del Camino, repite por segundo año consecutivo. Con su traje de flamenca y la vara de peregrina en la mano, afirma exultante: «No lo puedo contar, lo estoy viviendo». El sentimiento era compartido y los compañeros aseguraban que les gusta «tout. Todo: los peregrinos, el Simpecado, el fervor, la homogeneidad, la hospitalidad y amabilidad de la mayoría...», pretendían resumir. Habían visto las hermandades de Valencina y Santiponce, que habían entrado juntas en el vado y juntas avanzaban ya hacia Villamanrique. También Carmona y la Macarena, que había subido la rampa de salida con relativa calma, sin esas carreras de otros años tan vistosas y que tantos aplausos levantaban, después de que sus peregrinos le lanzaran una petalada. Tocina, que entró con prisas tras la Macarena, y también dejó el paso libre a Mairena del Alcor, que ya aguardaba junto al templete, repleto de ramos de flores, que Aznalcázar le dedicó a la Virgen del Rocío en este punto. Y tras la Salve, los vítores y los cantos, los carreteros, los hermanos Macarines, entonaron unas sevillanas que dejaron a todos con la boca abierta. Costaba dejar de admirarse de todo lo que allí pasaba. Los caballistas y charrets de Gines que se suponía que llegaría a este punto a las 13 horas y lo hizo 50 minutos después se dispusieron a lo largo de las dos orillas para hacer un pasillo a su Simpecado. Pero el centro estaba tomado por los peregrinos que no querían dejar de mirar atrás y cantar. El Mani, apoyado en la baranda de uno de los miradores, entonó: «Vengo a verte Rocío todas las veces que puedo...» y, al llegar al estrebillo, todo el pueblo terminó con él desde el agua: «Ni el cordón, ni la medalla, ni la cinta del sombrero. Se nota que soy de Gines por lo mucho que te quiero». Poco a poco la carreta avanzaba, pero no llegaba al centro del vado. «¿Cantamos ya la Salve?», preguntó un peregrino al alcalde de carretas. Y José Luis Mateo, con mucho arte, respondió: «A ver si llegáis hasta aquí», señalando el punto en el que calculaba que permitiría que la carreta de plata estaría bien situada. Después, admitía que «en el vado manda el pueblo, yo estoy para el resto del camino». Y es que los peregrinos de Gines se recrean. Aquí se acaban las prisas y dejan de lado las ganas de llegar. «¡Venga la gente buena!», volvió a animar Mateo. Y poco a poco los peregrinos llegaron al punto señalado el reloj marcaba las 14.22 horas y entonaron la Salve y los vítores, y después otra Salve y más vítores y una sevillana tras otra: «Lo sabe el sol y la luna y los lirios peregrinos, que como Gines no hay una cuando va por los camino». Atrás quedó la polémica que en marzo enfrentó al Ayuntamiento de Aznalacázar con las hermandades Matriz y la de su pueblo, además de todas las demás que pasan por este punto. Y es que el consistorio aznalcazareño quería cobrar 25 euros por vehículos y hasta 3.000 euros por hermandad que pasara por el Vado de Quema, en su término municipal, para garantizar la limpieza de este paraje natural. Pero ayer era día de bautizos, para niños y mayores que se iniciaban en los caminos, era día de rezos y cantes, era un día para refrescarse los pies el agua llegaba a la rodilla y limpiarse el alma ante los simpecados que pasaron por Quema.