Cultura

Pastora Galván pone a hervir Mont-de-Marsan

El título de la obra, Pastora, es algo presuntuoso porque la bailaora sevillana es aún joven para estas vanidades, seguramente más propias de artistas que están ya un poco de vuelta de todo y andan por el mundo comparándose con Dios. Pero a Pastora Galván le sobra valentía y descaro, algo que se me antoja fundamental para triunfar en este arte.

el 16 sep 2009 / 05:33 h.

El título de la obra, Pastora, es algo presuntuoso porque la bailaora sevillana es aún joven para estas vanidades, seguramente más propias de artistas que están ya un poco de vuelta de todo y andan por el mundo comparándose con Dios. Pero a Pastora Galván le sobra valentía y descaro, algo que se me antoja fundamental para triunfar en este arte.

La hija del maestro José Galván tiene condiciones excepcionales para el baile flamenco y sabe que, con poco que se esfuerce, será de las que hagan historia. Ya hace tiempo que comenzó, porque baila desde niña y tiene ya infinidad de éxitos y trofeos, sin duda alguna más que merecidos.

Su última obra es una parodia de principio a fin. Además de buena bailaora, tiene cualidades para la interpretación teatral y una condición innata para la comicidad. En la primera parte del espectáculo estuvo especialmente cómica, cuando emuló a las viejas bailaoras de Triana, artistas como Pepa la Calzona, La Perla hija o Pastora la del Pati. Hay que tener mucho arte para remedar a estas míticas bailaoras del célebre arrabal sevillano. Aunque recurrió también a su propio hermano Israel para cumplir con ese cometido, una influencia inevitable aunque debería hacer algo para que no se le note tanto y, de paso, sacar su arte natural.

El espectáculo tiene una sencilla puesta en escena, con un cuadro sentado en torno a una mesa, en el que figuraron los cantaores José Valencia y David Lago, el veterano guitarrista Ramón Amador y el palmero jerezano Joaquín Grilo. No hay nada más.

La bailaora se cambió varias veces de traje y, entre cambio y cambio, los cantaores se lucieron en solitario. Lo hicieron los dos, pero fue el jerezano David Lagos quien entusiasmó al público con una magnífica malagueña del Mellizo y unos fandangos abandolaos de una calidad sobresaliente.

También se lució el padre de Pastora, el maestro José Galván. A pesar de que tiene un serio problema de menisco, se cantó y se bailó unas bulerías con todo el arte del mundo, demostrando que es pájaro viejo y que conoce los gustos del público francés. Los aficionados, que una vez más llenaron el café cantante, se levantaron todos a la vez para premiar la espontaneidad y la sapiencia de este todo terreno del flamenco. Lo mismo que hicieron con su hija Pastora.

JOSE DE LA TOMASA Y SU HIJO. Al igual que ocurrió en la pasada Bienal de Sevilla, el maestro sevillano José el de la Tomasa hizo debutar a su hijo Gabriel en "el mejor festival del mundo", según dijo el propio cantaor, quien aseguró sentirse maltratado en su tierra. Gabriel de la Tomasa, conocido también como Gabriel de Pies de Plomo en honor de su abuelo paterno, es un joven cantaor con una bonita voz y mucha afición, que quiere seguir el camino de sus antepasados, entre ellos, Mauel Torre y su bisabuelo Pepe Torre. A lo mejor tendría que hacer el camino desde abajo, como todos los jóvenes, pero cuenta con el apoyo de un padre famoso que ya le ha abierto las puertas de los mejores festivales del mundo, como son la Bienal y Mont-de-Marsan.

El chaval se trajo al buen guitarrista Antonio Moya y nos regaló unas tonás-liavianas a dúo con su padre, una farruca, alegrías, soleares apolás y cantiñas. Está aún verde, pero apunta buenas maneras y, sobre todo, es un joven valor que adora el cante grande. Y eso es siempre alentador.

José el de la Tomasa, acompañado muy bien por un magnífico guitarrista sevillano, Eugenio Iglesias, cantó estupendamente por malagueñas y seguiriyas, sin dar voces, de una manera templada, cuadrando los tercios y sin desvariar mucho. Está José en un gran momento, algo que deberían aprovechar los programadores porque es un cantaor de primera fila. Acabó su actuación por fandangos recordando al Chiquito de Camas, aunque a su manera.

La noche se cerró con una buena fiesta por bulerías, en la que destacó el morenoro Manuel Flores, que se cantó y bailó de una forma tan encantadora que puso al público de pie. Todo un espectáculo este flamenco, que baila y canta con una naturalidad asombrosa. Y no le fue a la saga Javier Heredia, otro bailaor con desparpajo y arte para regalar.

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